Tomo la urna con las cenizas y la sostuvo mientras la colocaba sobre la baranda del puente que había en la ruta.
Era un día soleado de otoño, Esteban miró sus manos sobre la urna, eran pálidas, con manchas de la vejez y muchas arrugas, algunos pelos blancos también se veían por ahí.
Catalina, en el fondo nunca nos quisimos nosotros, yo estaba entusiasmado con vos, me gustabas, además papa me chinchaba las pelotas para que me casara, pero amor, nunca sentí, vos menos, eso te lo provocaba la casa, la plata, el apellido, todo más prometedor que yo, no te lo niego, hiciste bien en aferrarte a eso, que al final fue lo único que conseguiste de nuestra unión, porque amor, comprensión, respeto, nunca nos tuvimos, te hice y me hiciste infeliz, nos convertimos en seres inmundos juntos, nos transformamos, o tal vez era lo que siempre fuimos en esencia y solo estaba faltaba que algo, algún hecho lo despertara.
Tal vez siendo los 2 unos frustrados, nos deberíamos haber apoyado en el otro, darnos consuelo, pero no supimos como, eramos seres acostumbrados a que nos consolaran a nosotros, no a consolar, 2 ignorantes en lo que se refiere a lo sentimental, acostumbrados a solo valorar lo material, igual no sé si hicimos mal en valorar eso, por lo menos uno sabe que esperar del dinero, o el apellido, o la posición, en cambio de las personas, es como jugar a la ruleta rusa, y casi siempre lo que se consigue es una bala.
No sé qué más decirte, podría recurrir a una frase hecha como que nos encontraremos en otra vida, pero ni vos, ni yo creíamos en esas cosas, así que esta es la última despedida.
Te traje hasta este puente, porque me acorde de uno de los pocos momentos auténticos de nuestra relación, en ese tiempo no estaba el puente, y vinimos hasta la laguna, aunque vos llevabas una sombrilla ridícula para que el sol no te hiciera pecas, vos como todas las mujeres tenían terror a las pecas en ese tiempo, y yo te agarre, tire la sombrilla, te cargue y nos tiramos juntos al agua, creía que te ibas a enojar, es más, lo esperaba, deseaba que fuera una buena excusa para que os terminaras con nuestro compromiso, pero te reíste y chapoteaste conmigo por un buen rato, a lo mejor solo fuiste más viva que yo, y decidiste fingir que no te importaba, que no te molestaba mojarte tu mejor vestido, o exponerte al sol, conociéndote, es lo más probable, pero quiero engañarme a mí mismo, como hace ya 60 años, y pensar que si fuiste sincera y que en verdad disfrutaste ese momento, tal vez el más dulce que vivimos juntos.
Era un día soleado de otoño, Esteban miró sus manos sobre la urna, eran pálidas, con manchas de la vejez y muchas arrugas, algunos pelos blancos también se veían por ahí.
Catalina, en el fondo nunca nos quisimos nosotros, yo estaba entusiasmado con vos, me gustabas, además papa me chinchaba las pelotas para que me casara, pero amor, nunca sentí, vos menos, eso te lo provocaba la casa, la plata, el apellido, todo más prometedor que yo, no te lo niego, hiciste bien en aferrarte a eso, que al final fue lo único que conseguiste de nuestra unión, porque amor, comprensión, respeto, nunca nos tuvimos, te hice y me hiciste infeliz, nos convertimos en seres inmundos juntos, nos transformamos, o tal vez era lo que siempre fuimos en esencia y solo estaba faltaba que algo, algún hecho lo despertara.
Tal vez siendo los 2 unos frustrados, nos deberíamos haber apoyado en el otro, darnos consuelo, pero no supimos como, eramos seres acostumbrados a que nos consolaran a nosotros, no a consolar, 2 ignorantes en lo que se refiere a lo sentimental, acostumbrados a solo valorar lo material, igual no sé si hicimos mal en valorar eso, por lo menos uno sabe que esperar del dinero, o el apellido, o la posición, en cambio de las personas, es como jugar a la ruleta rusa, y casi siempre lo que se consigue es una bala.
No sé qué más decirte, podría recurrir a una frase hecha como que nos encontraremos en otra vida, pero ni vos, ni yo creíamos en esas cosas, así que esta es la última despedida.
Te traje hasta este puente, porque me acorde de uno de los pocos momentos auténticos de nuestra relación, en ese tiempo no estaba el puente, y vinimos hasta la laguna, aunque vos llevabas una sombrilla ridícula para que el sol no te hiciera pecas, vos como todas las mujeres tenían terror a las pecas en ese tiempo, y yo te agarre, tire la sombrilla, te cargue y nos tiramos juntos al agua, creía que te ibas a enojar, es más, lo esperaba, deseaba que fuera una buena excusa para que os terminaras con nuestro compromiso, pero te reíste y chapoteaste conmigo por un buen rato, a lo mejor solo fuiste más viva que yo, y decidiste fingir que no te importaba, que no te molestaba mojarte tu mejor vestido, o exponerte al sol, conociéndote, es lo más probable, pero quiero engañarme a mí mismo, como hace ya 60 años, y pensar que si fuiste sincera y que en verdad disfrutaste ese momento, tal vez el más dulce que vivimos juntos.
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