sábado, 4 de marzo de 2017

La alargada sombra del molino /15)

Tenia varias tiendas en Buenos Aires y hasta había abierto sucursales en Rosario, Córdoba, Mendoza y la última en Punta del Este, le resultaba absurdo su país, hacia unos pocos años, la crisis era enorme, apenas se había salvado gracias a la exportación y ahora las clientas, en general nuevas ricas habidas de lucir como sus actuales vecinas de barrio, abarrotaban sus tiendas y se compraban todo lo que encontraban, Ana, siempre había sido honesta y nunca les vendía espejos de colores, intentaba que los modelos que les sugerían fueran los que mejor les quedaban y las hacía desechar con mucho tacto, las ideas extravagantes y muchas veces ridículas que tenían sobre como querían vestirse.
Algunas de sus clientas más tradicionales le reprocharon que las recibiera, pero ella les respondía con una sonrisa, en otro momento hubiera buscado la forma de rechazar a sus nuevas clientas, solo por complacer a las señoras, ya que en estas veía reflejadas a Catalina, pero ahora eso no le importaba en lo más mínimo, no necesitaba la aprobación de nadie, igual era complacientes con las señoras y le decía lo que querían oír:
-A mí tampoco me gustan, pero si les llego a decir algo, seguro me cae la AFIP o algún ente del gobierno y me clausura las tiendas, ya saben que todas estas son esposas de funcionarios o de amigos de funcionarios, así que como se dice tengo las manos atadas, igual ya saben, aunque las monas vistan de seda, monas quedan, ustedes son otra cosa, otro nivel, la categoría no se vende, ni se compra, se tiene, y ellas ni volviendo a nacer la tendrían.

El molino fue una de las pocas fabricas del interior que no cerró, Sofia decidió hacer tratados internacionales aprovechando la política de libre comercio, por lo que expandió sus ventas a los países limítrofes.
Su hijo crecía, como a toda madre le resultaba raro verlo cada día más alto, más inteligente, y saber que había sido ese mismo ser que por 9 meses se había gestado dentro suyo, trataba de verlo todo el tiempo que podía, aunque en el fondo le aburría hacer "cosas de madre"  como ella interiormente le llamaba a, ayudarlo con la tarea, vigilar que se lavara los dientes, se pasara el hisopo por las orejas, no dijera malas palabras, escuchar sus miedos, sus alegrías, que se peleaba o amigaba con algún compañero, pero sabia fingir que si, lo escuchaba, aconsejaba, lo acariciaba, aunque se sentía miserable por impostarlo, se comportaba en cierta medida igual que cuando quería cerrar un trato, con gran condescendencia y falsedad.
En su matrimonio no era muy diferente, aunque su marido era igual a ella, estaba convencida que él la engañaba, pero no le importaba, Sofia había tenido sus propios deslices, pero a ambos les convenía seguir juntos, o eso se repetía cuando tenia que dormir sola, o cuando él la oía sin escucharla o la veía sin mirarla. 






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