Cuando se sintió capaz de levantarse de la cama, fue hasta el baño de la habitación, cerró la puerta, se desabrocho el camisón y se miro el pecho.
No fue tristeza lo que sintió al ver la ausencia de su seno, sino asco e irritación contra su cuerpo, hubiera querido tener el coraje o la locura necesarias para romper el espejo y con uno de sus pedazos arrancarse el otro seno y luego cortarse las venas o rasgarse el cuello.
Se largo a llorar, sintió unas profundas ganas de gritar, pero las contuvo, luego abrió la canilla del agua fría, y se echó varias veces agua en la cara.
Cuando le dieron el alta, y por fin pudo ver la cicatriz sin tener a ninguna enfermera o doctor a su lado, sin tener que censurar lo que le provocaba la amputación, si lloró, gritó, y puteó, hasta agotarse, luego se ducho, algo que tampoco había podido hacer en solitario mientras estuvo internada, cuando pasaba el jabón por la axila, le resultaba absurdo no sentir su seno izquierdo, al igual que verse el derecho, ahí solo tan ridículo como si tuviera un ojo en el medio de la frente.
Maura...hasta en eso tuviste suerte, el cáncer te llevó rápido, a mí me lleva de a pedazos, ni el cáncer me quiere.
Como me hubiera gustado que no existieras, o por lo menos no haber sido nada tuyo, no haberte conocido.
Lo que más le dolía, era pensar en todo el amor inútil que había gastado en su hermana, en su soledad, en que a nadie afectaría su muerte, que estaba sola, y que la compañía que tendría si volvía a enfermarse, era la que obtendría pagándole a una enfermera.
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