Durmió mal y poco, y esos débiles períodos de sueño, solo le trajeron pesadillas, estas no eran más que recuerdos, algunos distorsionados, otros increíblemente nítidos, sobre los años que había pasado en esa casa junto a su tía.
Se levantó a las 5, se puso el pantalón, un buzo y fue hasta la habitación de Magdalena, donde se oían las alabanzas de 2 conductores sobre un extraño aparato para hacer ejercicios, se entremezclaban con los ronquidos de su tía.
Los calmantes, pensó con frustración.
Podían taladrar al lado de ella, que no lo oiría.
Apago el televisor, y salió de la habitación.
Se metió al baño, se desnudó, y al meterse bajo la ducha, también le vinieron recuerdos, sentí que cada rincón de esa casa, tenia una imagen que traerle a la mente.
Se secó, se vistió, se calzó y se peinó, y fue a ver a Magdalena.
A los pocos minutos llegó Isabel.
-Viste, como andas Isa, ¿te puedo llamar así, no?
-Claro querido, me haces acordar a cuando era joven, en la prehistoria.
-Gracias Isa, vos si querés llámame Tincho, aunque mucho no me gusta.
-No te preocupes, tenés un nombre hermoso, y el apodo no le hace justicia.
-Ok, así quedamos, voy a poner el gua, que todavía no he tomado nada, lleno la pava, y te tomas algo conmigo.
-Bueno, además le tengo que dar el té a tu tía.
Martín no tenia que seguir fingiendo amabilidad con Isabel, como el día anterior, de verdad la mujer le caía bien, le parecía un poco cursi y básica, pero también sincera y cariñosa.
Mira si Isabel hubiera sido mi tía, las cosas abrían sido diferentes, peor como se dice, el hubiera no existe.
Isabel le propuso que los 3 desayunaran en la habitación de Magdalena, y Martín aceptó encantado, sabia que su tía debía odiar tener que tomar el té en la cama, para encima ver como otras 2 personas sin su cuidado, lo hacían y encima comían galletitas, llenándole de migas las sabanas.
Durante los minutos que paso allí, Martín, sin que Isabel se diera cuento, procuro dejar la máxima cantidad de migas, granos de azúcar, y manchas de café, que pudo.
Cuando Martín se puso a limpiar las tazas, cucharas y demás utensilios, Isabel, se ofreció a secarlos y guardarlos.
-Es muy admirable lo que haces.
-Créeme que a mí me hace mejor que a ella, es una deuda que tengo por los años que me dedicó.
-Pero che, qué agradecido saliste, eh, ojalá hubiera más muchachos como vos.
-Los debe haber...
-No te creas, yo que he estado cuidando un montón de enfermos, los familiares por lo general se lavan las manos, sobre todo los jóvenes.
-Debo ser una excepción, entonces.
-Vaya que si.
-¿Che Isa, cuanto tiempo va a tener que estar mi tía en la cama, es que quiero sacarla hoy un rato a dar una vuelta.
-Mira recuperarse así 100 % no creo, las pastillas de la quimio, son como el fuego, arrasan con todo.
Pero ya a la tarde, va a estar mejor.
A la tarde, al ir Isabel a cambiar a Magdalena, dejó la puerta entre abierta, sin darse cuenta.
Martín pudo ver lo pálida que estaba su piel, y todo lo que había adelgazado, pero lo que más le sorprendió, fue en el rostro de Magdalena, la mezcla de furia, auto-compasión, tristeza e impotencia.
Martín noto que su tía se había dado cuenta que él estaba mirándola, le sonrió y se alejó.
Se levantó a las 5, se puso el pantalón, un buzo y fue hasta la habitación de Magdalena, donde se oían las alabanzas de 2 conductores sobre un extraño aparato para hacer ejercicios, se entremezclaban con los ronquidos de su tía.
Los calmantes, pensó con frustración.
Podían taladrar al lado de ella, que no lo oiría.
Apago el televisor, y salió de la habitación.
Se metió al baño, se desnudó, y al meterse bajo la ducha, también le vinieron recuerdos, sentí que cada rincón de esa casa, tenia una imagen que traerle a la mente.
Se secó, se vistió, se calzó y se peinó, y fue a ver a Magdalena.
A los pocos minutos llegó Isabel.
-Viste, como andas Isa, ¿te puedo llamar así, no?
-Claro querido, me haces acordar a cuando era joven, en la prehistoria.
-Gracias Isa, vos si querés llámame Tincho, aunque mucho no me gusta.
-No te preocupes, tenés un nombre hermoso, y el apodo no le hace justicia.
-Ok, así quedamos, voy a poner el gua, que todavía no he tomado nada, lleno la pava, y te tomas algo conmigo.
-Bueno, además le tengo que dar el té a tu tía.
Martín no tenia que seguir fingiendo amabilidad con Isabel, como el día anterior, de verdad la mujer le caía bien, le parecía un poco cursi y básica, pero también sincera y cariñosa.
Mira si Isabel hubiera sido mi tía, las cosas abrían sido diferentes, peor como se dice, el hubiera no existe.
Isabel le propuso que los 3 desayunaran en la habitación de Magdalena, y Martín aceptó encantado, sabia que su tía debía odiar tener que tomar el té en la cama, para encima ver como otras 2 personas sin su cuidado, lo hacían y encima comían galletitas, llenándole de migas las sabanas.
Durante los minutos que paso allí, Martín, sin que Isabel se diera cuento, procuro dejar la máxima cantidad de migas, granos de azúcar, y manchas de café, que pudo.
Cuando Martín se puso a limpiar las tazas, cucharas y demás utensilios, Isabel, se ofreció a secarlos y guardarlos.
-Es muy admirable lo que haces.
-Créeme que a mí me hace mejor que a ella, es una deuda que tengo por los años que me dedicó.
-Pero che, qué agradecido saliste, eh, ojalá hubiera más muchachos como vos.
-Los debe haber...
-No te creas, yo que he estado cuidando un montón de enfermos, los familiares por lo general se lavan las manos, sobre todo los jóvenes.
-Debo ser una excepción, entonces.
-Vaya que si.
-¿Che Isa, cuanto tiempo va a tener que estar mi tía en la cama, es que quiero sacarla hoy un rato a dar una vuelta.
-Mira recuperarse así 100 % no creo, las pastillas de la quimio, son como el fuego, arrasan con todo.
Pero ya a la tarde, va a estar mejor.
A la tarde, al ir Isabel a cambiar a Magdalena, dejó la puerta entre abierta, sin darse cuenta.
Martín pudo ver lo pálida que estaba su piel, y todo lo que había adelgazado, pero lo que más le sorprendió, fue en el rostro de Magdalena, la mezcla de furia, auto-compasión, tristeza e impotencia.
Martín noto que su tía se había dado cuenta que él estaba mirándola, le sonrió y se alejó.
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