sábado, 13 de septiembre de 2014

Adiós a una vida /33)

-¿El negro o el rojo?
-El negro es más discreto, no sé...
-Ah, entonces el rojo, quiero llamar la atención, sobre todo de él.
-Mmm quédate quieta, ¿o querés qué te queme con la buclera?
-Es que estoy ansiosa.
-Me imagino...
Delia se había vuelta adicta a Internet, sobre todo a las paginas de citas, horóscopo, y dietas.
Un semana atrás, luego de comprar la computadora, había ido a la peluquería y se había teñido el pelo caoba, y hora quería lucir bucles.
-Ya está, tampoco quiero quedar como una oveja.
-Okey, bueno suerte.
-No che, espera, quédate con un juego de llaves, qué haya alguien, por si es un loco, secuestrador, violador o asesino, ya lo tenés visto.
-Ah, qué precavida.
-No seas hija de puta.
-Las 2 lo somos.
-Cuando te pones así, sos insoportable.
Sonó la bocina de una auto, Delia corrió la cortina y miro por las rendijas de la persiana.
-¿Es él?
-Sí, chau her...
Mariana de ver al tipo con que se iba su hermana, qué era el mismo de la foto, cerro la puerta, tiro la llave por debajo de la misma, y se fue para su casa.
Los entusiasmos siempre terminan en decepciones, si lo sabre yo, aunque no sé qué esperaba de Rafael...
Uy, este seguro qué me empieza con todos los problemas qué tiene por ser viudo, y demás, estoy harta de peroratas.
Odiaba tener qué hablar con los padres de sus alumnos, ya qué siempre estos sentían qué ella los censuraba como padres, algunos trataban de justificarse frente a ella, otros se mostraban bastante atrevidos y provocadores, y el resto indiferentes, cualquiera de los 3, la hacían sentirse mal, ya que también ella consideraba qué la juzgaban como profesora.
Al llegar hasta el gabinete, donde la preceptora quién acostumbrada a entretener a los padres mientras los profesores qué estos esperaban llegaban, había adquirido experiencia sacando conversación de cuanta trivialidad conocía.
Al entrar Mariana, la preceptora, una mujer simpática, de anteojos, y bajita, se retiro, y cerro la puerta al irse.
¿Por qué me gusto? Ni yo lo sé, creo que el verlo tan diferente a mi marido, físicamente, ni mejor ni peor, diferente, más alto, más robusto, y su forma de ser tampoco coincidía.
También me gusto qué casi no hablará, debe ser cierto qué soy medio dominadora.
-Mire, o mira, puedo tutearte.
-Si...
-Bueno, no sé como, mi hijo nunca fue un gran alumno, pero por lo menos no se solía quedar en materias, e historia siempre le había gustado bastante, no lo quiero justificar, pero como la madre murió, y yo soy camionero, me paso casi todo el día afuera.
-Entiendo, pero...
-No te preocupes, yo sé que no es responsabilidad tuya, por favor, solo quería ver, si me recomendas algún profesora particular o algo.
-Claro, yo te consigo el número de alguna.
-Gracias, ya me tengo qué ir, dentro de un ratito salgo para Suipacha.
Saco un papel y una lapicera del bolsillo de su camisa, anotó un número.
-Gracias.
Mariana se quedó con el papel, y vio salir al hombre, no entendía qué le agradecía.

El hijo de Silvina, Enrique,  miraba a Román, con cierto sarcasmo.
El pendejo debe creer qué soy un hipócrita y un oportunista, qué se vaya a cagar, como es su madre, la pobre así media esclava de por si, algo mejor no va a encontrar.
Debe de ser un pollerudo y maricon, seguro, con razón se llevaba mal con el padre, un milico, un milico y un puto.
Bah, a mí qué mierda me importa como sea el pendejo este, total, no es mi culo el que quiere.
Por ahí quiso traer al novio, y Silvina ha creído que me iba a joder, a mí qué me importa, si quiere puede meterse un  colectivo en el ojete.







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