sábado, 30 de agosto de 2014

Adiós a una vida /31)

Enero transcurrió lentamente, tanto que Mariana y Delia se acostumbraron a ir casi todos los días a lo de Belén, ésta siempre las recibía con amabilidad, y luego de que las 3 se pasaron unas horas en el agua, las esperaban masas, casi todos los días diferentes, pero siempre preparadas por Belén.
-Me case joven, mis hijos se hicieron grandes rápido, y yo a los 40, no sabia que hacer con todo el tiempo que me sobraba, entonces decidí estudiar repostería, y me abrí un loca muy lindo en Recolecta.
Mariana y Delia la miraban con una admiración que rozaba la envidia, ambas eran conscientes que nunca conocerían ni la cuarta parte de los países que conociera Belén, aunque siempre se sentían culpables al sentir eso, ya que la mujer no contaba su vida en forma soberbia, tal vez, creían, hasta con un poco de condescendencia hacia ellas, pero de a poco esos prejuicios se fueron disipando, y las 3 empezaron a compartir confidencias, hasta en una ocasión lloraron por recuerdos dolorosos.
Cuando en febrero comenzaron las lluvias, y ya no podían ir a la pileta, igual Belén las esperaba con galletitas, y ellas allí estaban.
Una tarde a mediados de febrero, cuando fueron a la tarde, se encontraron con las persianas bajas, tocaron varias veces la puerta, luego ambas tomaron sus celulares, y cuando cortaba una, llamaba la otra, pero nadie respondió, preguntaron a los demás vecinos si la habían visto, les dijeron que no, se fueron ambas preocupadas.
A la noche, Roberto, el hijo de Belén llamo a Delia, preguntándole si había hablado con ella, Belén le había dado su número por si algo le pasaba, al decirle que no, le pidió si podía llamar  la policía, Delia, lo hizo, estos fueron con un cerrajero y abrieron la puerta, Belén estaba muerta en su habitación , parecía dormida, se determino que la causa había sido un paro cardíaco.
Al día siguiente, a la hora que solían ir a lo de Belén, ambas se quedaron mirando el reloj.
-Por lo menos para ella va a haber una diferencia entre la vida y la muerte.
-¿Qué querés decir?
Pregunto Mariana mirando a Delia.
-Lo que escuchaste, la realidad, Belén conoció un montón de países, hizo lo que quiso siempre, nosotras qué diferencia hay entre que sigamos vivas o muerta, en el fondo estamos muertas por dentro.
-Callate.
-Sabes que es así, no hacemos otra cosa que quejarnos, y punto, no tratamos de cambiar nada, estamos cagadas de volvernos viejas, como si ahora en los últimos años de lucidez que nos quedan, los aprovecháramos.
-¿Y qué vamos a hacer, irnos de viaje? no tenemos plata, Belén tuvo la suerte de casarse con un abogado rico, que después se hizo juez.
-No sé, algo más tiene que haber, no puede ser qué todo lo que valga la pena, cueste plata.
-Ay Delia, parece que naciste ayer, querida, todo cuesta plata.
-No sé, yo quiero hacer algo con mi vida, darle sentido, poder después pasar bien mi vejez, sin tantas frustraciones encima.

Irse a vivir juntos, todavía no se lo había propuesto pero sabia que lo haría, le tiraba indirectas, le pedía que se quedará un rato más, lo atendía, si lo quería ahí, pero por qué, no era amor, era más una necesidad, a pesar de todo lo que se quejaba de su marido, quería un sustituto, alguien a quién atender, a quién hacerle de comer, lavar y planchar la ropa, alguien a quién complacer, por quién vivir, en cierto sentido la situación le parecía patética, pero se había dado cuenta que no le gustaba vivir solo, ni hacer los quehaceres de la casa.
Cuando Silvina finalmente se lo propuso, y Román dio el si, al ver su alegría, y que poco le faltaba para mover la cola como un perro, tuvo una mezcla de sentimiento.
Soy una mierda, me aprovecho de ésta pobre infeliz, pero bueno, si no fuera yo, sería otro, por lo menos nunca la voy a insultar, ni le voy a exigir nada.


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