En todos los cumpleaños, sentían que hablaban de lo mismo, lo único que cambiaban eran los nombres, pero las frases hechas que los asuntos o chusmerios les despertaban, eran identicas, años tras año.
-Te enteraste que...tiene cáncer.
-Qué barbaridad, por eso siempre hay que hacerse un chequeo.
-Es que uno se olvida.
-Y del embarazo de la hija de...
-Qué cosa, no, 15 años la chica, y ya embarazada, no es normal.
-Para coger son vivos, pero no para cuidarse...
-La que se separo es...
-Y si, cuanto hace que el marido la cagaba?
Palabras vacías, evitaban casi mecánicamente que la conversación derivara en lo personal, no querían ni inventarse una patética y obvia mentira, para personas que estaban por demás enteradas de como estaban, ni tampoco decir inútiles verdades, cuando lo único que generarían en los demás, era incomodidad, por eso, para evitar las verdades y los silencios molestos, los 4 se esforzaban por recordar todos los chimes oídos en el trabajo, la calle, el supermercado, y la peluquería.
Después se despedían, Nadia con su pedazo de torta, que apenas difería en unas pequeñas porciones de como había sido, al traerla.
Aunque antes claro, la había ayudado, también Romaán se había levantado y llevado los platos, y Cesar por no ser menos que este, llevó los vasos.
Luego se retiraron, besos, agradecimientos mutuos, palabras hipócritas, y ya.
Cerraron la puerta de la casa, que se mezclo con el sonido de las puertas del auto.
Se alejaron por el pasillo, se desvistieron, sin mirarse, hacia años, que ambos trataban de no mirase, por miedo a ver reflejado en el otro, el deterioro de sus cuerpos, además era absurdo verse, sentía apatía y un sutil rechazo por el cuerpo del otro, en eso eran iguales, hacia años que no tenían sexo, fue una especie de acuerdo nunca hablado, pero consentido y en cierta forma necesitado por ambos, la necesidad de no intimar, de no tocarse, ni demostrar algo que hacia mucho no sentían.
Todavía te quería, si, no era el amor, ese que es más calentura, que otra cosa, pero te amaba, si, eso es saber que no te jode el saber que vas a pasar el resto de tu vida con alguien, hasta me sentía en cierta forma cómoda de que fuera así.
Se vio a si misma esa tarde, ansiosa, temblando, llorando, repitiéndose que no podía ser, que era todo una fantasía que se había armado en su cabeza, y luego verlo, si era él que llegaba a la casa de ella, que lo recibía con una sonrisa de comercial, y se besaban, inmediatamente sintió alivio, un alivio repugnante, como el que se siente después de vomitar.
No teníamos sexo muy seguido, pero no me importaba, mil excusa me inventaba a mi misma, para no ver lo obvio, ese perfume de mierda que no aguantaba en la ropa, y ese chupón, hijo de mil puta, ni disimularlo, pero mejor, me sirvió para hacer el duelo más rápido.
Si te importaba un carajo la idiota que tenias en la casa, a mí me importó un carajo de vos.
Mariana se levantó, como casi todas las noches a tomar agua.
Roman dormía, desde siempre le llegaba el sueño antes que a ella.
Mariana pensó, para dormir, como para meterme los cuernos, siempre sos más rápido que yo.
-Te enteraste que...tiene cáncer.
-Qué barbaridad, por eso siempre hay que hacerse un chequeo.
-Es que uno se olvida.
-Y del embarazo de la hija de...
-Qué cosa, no, 15 años la chica, y ya embarazada, no es normal.
-Para coger son vivos, pero no para cuidarse...
-La que se separo es...
-Y si, cuanto hace que el marido la cagaba?
Palabras vacías, evitaban casi mecánicamente que la conversación derivara en lo personal, no querían ni inventarse una patética y obvia mentira, para personas que estaban por demás enteradas de como estaban, ni tampoco decir inútiles verdades, cuando lo único que generarían en los demás, era incomodidad, por eso, para evitar las verdades y los silencios molestos, los 4 se esforzaban por recordar todos los chimes oídos en el trabajo, la calle, el supermercado, y la peluquería.
Después se despedían, Nadia con su pedazo de torta, que apenas difería en unas pequeñas porciones de como había sido, al traerla.
Aunque antes claro, la había ayudado, también Romaán se había levantado y llevado los platos, y Cesar por no ser menos que este, llevó los vasos.
Luego se retiraron, besos, agradecimientos mutuos, palabras hipócritas, y ya.
Cerraron la puerta de la casa, que se mezclo con el sonido de las puertas del auto.
Se alejaron por el pasillo, se desvistieron, sin mirarse, hacia años, que ambos trataban de no mirase, por miedo a ver reflejado en el otro, el deterioro de sus cuerpos, además era absurdo verse, sentía apatía y un sutil rechazo por el cuerpo del otro, en eso eran iguales, hacia años que no tenían sexo, fue una especie de acuerdo nunca hablado, pero consentido y en cierta forma necesitado por ambos, la necesidad de no intimar, de no tocarse, ni demostrar algo que hacia mucho no sentían.
Todavía te quería, si, no era el amor, ese que es más calentura, que otra cosa, pero te amaba, si, eso es saber que no te jode el saber que vas a pasar el resto de tu vida con alguien, hasta me sentía en cierta forma cómoda de que fuera así.
Se vio a si misma esa tarde, ansiosa, temblando, llorando, repitiéndose que no podía ser, que era todo una fantasía que se había armado en su cabeza, y luego verlo, si era él que llegaba a la casa de ella, que lo recibía con una sonrisa de comercial, y se besaban, inmediatamente sintió alivio, un alivio repugnante, como el que se siente después de vomitar.
No teníamos sexo muy seguido, pero no me importaba, mil excusa me inventaba a mi misma, para no ver lo obvio, ese perfume de mierda que no aguantaba en la ropa, y ese chupón, hijo de mil puta, ni disimularlo, pero mejor, me sirvió para hacer el duelo más rápido.
Si te importaba un carajo la idiota que tenias en la casa, a mí me importó un carajo de vos.
Mariana se levantó, como casi todas las noches a tomar agua.
Roman dormía, desde siempre le llegaba el sueño antes que a ella.
Mariana pensó, para dormir, como para meterme los cuernos, siempre sos más rápido que yo.
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