Las ramas crepitaban, el sonido y la visión de estas, era lo que más le gustaba de hacer el asado, luego poner el carbón, y esperar a que la negrura se fuera transformando en un rojo intento, luego irlo removiendo hasta forma una pequeña llanura roja como la lava de un volcán, el resto, salpimentar la carne, y echarla, esperar a que se cociera y demás, era algo menor para él, lo que le apasionaba, era el fuego.
Mariana vino caminando con un vaso en la mano, lleno de jugo de naranja, se lo entregó, Román nunca tomaba mates cuando asaba, ya que las pocas veces que lo había hecho, sentía una profunda acidez, y le impedía comer.
-Gracias.
-De Nada.
Mariana se fue de vuelta adentro, todavía le faltaba preparara las ensaladas, una de lechuga y tomate, y otra de papa y huevo, y también viendo como se iban dorando las papas fritas, para Cesar, el marido de Nadie, que no le gustaban las ensaladas.
Una vez que ya tuvo las papas listas, puso el horno al mínimo, y las metió adentro para que no se enfriaran, las ensaladas las puso en la heladera, y se fue a bañar.
Román se quedo viendo como la carne se iba cocinando de a poco, puso la radio, no encontró nada que le interesara, y terminó dejando el dial en una frecuencia donde habían dejado la grabación de un tipo contando chistes verdes, ninguno lo hizo reír, pero por alguna razón, la voz del que los contaba, le resultaba agradable.
A los pocos minutos, el timbre comenzó a sonar, eran obviamente Nadia y Cesar, que como siempre después que tocaban el timbre, se quedaban los 2 muy juntos uno del otro, con los ojos clavados en la mirilla de la puerta.
Mariana vino caminando con un vaso en la mano, lleno de jugo de naranja, se lo entregó, Román nunca tomaba mates cuando asaba, ya que las pocas veces que lo había hecho, sentía una profunda acidez, y le impedía comer.
-Gracias.
-De Nada.
Mariana se fue de vuelta adentro, todavía le faltaba preparara las ensaladas, una de lechuga y tomate, y otra de papa y huevo, y también viendo como se iban dorando las papas fritas, para Cesar, el marido de Nadie, que no le gustaban las ensaladas.
Una vez que ya tuvo las papas listas, puso el horno al mínimo, y las metió adentro para que no se enfriaran, las ensaladas las puso en la heladera, y se fue a bañar.
Román se quedo viendo como la carne se iba cocinando de a poco, puso la radio, no encontró nada que le interesara, y terminó dejando el dial en una frecuencia donde habían dejado la grabación de un tipo contando chistes verdes, ninguno lo hizo reír, pero por alguna razón, la voz del que los contaba, le resultaba agradable.
A los pocos minutos, el timbre comenzó a sonar, eran obviamente Nadia y Cesar, que como siempre después que tocaban el timbre, se quedaban los 2 muy juntos uno del otro, con los ojos clavados en la mirilla de la puerta.
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