Las canas empezaban a hacerse notorias, se cepillo el pelo, y luego se quedo unos cuantos minutos sentada sobre la cama, pensando en si ir o no a la peluquería.
Odiaba teñirse sola, además prefería si tenía que hablar con alguien hacerlo con Nelida, su peluquera desde hacia 20 años, que ver las miradas y las condolencia de cuantos conocidos se encontrara en el supermercado donde compraba la tintura.
Cuando le pidió un turno a Nelida esta se lo dio para la primera hora de la mañana del martes, este era la mejor hora, ya que a la mañana y un día de semana casi ninguna mujer iba a la peluquería, le dio un beso y la abrazo, Laura supo que era sincera, si bien no se veían mucho fuera de la peluquería, tenían cierta conección, y puntosa de vista parecidos sobre muchas cosas.
La sentó y empezó a mezcla el agua oxigenada con la tintura.
Laura se miro al espejo, desde la muerte de Alejandro que no se miraba, no le gusto ver a esa mujer que estaba acabada, y que parecía que tenia una mueca patética dibujada en la cara.
Nelida empezó a pasarle la tintura suavemente, con movimientos tan delicados que parecía más un masaje, no dijo nada, porque sabía que Laura no quería escuchar más condolencias, ni palabras de apoyo, ni nada.
Odiaba teñirse sola, además prefería si tenía que hablar con alguien hacerlo con Nelida, su peluquera desde hacia 20 años, que ver las miradas y las condolencia de cuantos conocidos se encontrara en el supermercado donde compraba la tintura.
Cuando le pidió un turno a Nelida esta se lo dio para la primera hora de la mañana del martes, este era la mejor hora, ya que a la mañana y un día de semana casi ninguna mujer iba a la peluquería, le dio un beso y la abrazo, Laura supo que era sincera, si bien no se veían mucho fuera de la peluquería, tenían cierta conección, y puntosa de vista parecidos sobre muchas cosas.
La sentó y empezó a mezcla el agua oxigenada con la tintura.
Laura se miro al espejo, desde la muerte de Alejandro que no se miraba, no le gusto ver a esa mujer que estaba acabada, y que parecía que tenia una mueca patética dibujada en la cara.
Nelida empezó a pasarle la tintura suavemente, con movimientos tan delicados que parecía más un masaje, no dijo nada, porque sabía que Laura no quería escuchar más condolencias, ni palabras de apoyo, ni nada.
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