El pueblo, una parte de mi vida, y ahora a la casa de mis padres.
La misma casa, pintada del mismo color, con la misma alberca, blanca, que sigue haciendo el mismo ruido, dándole a Verónica la engañosa sensación de que el tiempo no hubiera pasado, pero al tocar el timbre algo cambio, no era el sonido aspero y chirriante de antaño, sino una suave y cursi melodía.
Al abrir su madre la puerta termino de contrastar la falsa aura que se había creado, su madre si bien se conservaba bien para los 75 años que tenia, no era la misma mujer que la había criado, está siempre había sido mucho más bella que Patricia y ella, y aunque no se los decía con todas las letras, se los daba a entender cada vez que se enojaba con ellas, la frustraba que sus hijas no fuera tan hermosas, siempre había sentido que al casarse, había perdido la oportunidad de convertirse en una actriz famosa, y hubiera querido que alguna de sus hijas concretaran ese sueño frustrado, pero al ver que sus hijas si bien eran linda, su atractivo era común, no destacaba en lo más mínimo, nada que ver con el de ella.
Igual mama no es tan mala, solo un poco frustrada, espero no ser como ella.
Se acerco y le dio un beso y un abrazo, de lo más sutil, casi seco, a Elena no le gustaban las muestras de afecto exageradas, ya que las consideraba falsas.
-Como estas?
-Bien, y ustedes?
-Acá andamos, ya sabes con todos los achaques de la vejez, lo raro es cuando nos levantamos y no nos duele nada, ahí si que nos asustamos.
-Que se le va a hacer.
-Y nada, veni, estas cansada por el viaje, que querés tomar, café?
-Bueno, dale, y papá?
-Con el televisor a todo volumen, ya lo conoces, esta cada vez más sordo, pero se olvida de ponerse los audifonos, si sigue así me va a terminar volviendo sorda a mi también, con el televisor, y la radio.
-Su padre estaba en el comedor, viendo un programa de cable que hablaba de los cantantes de tango, cuando la vio puso más bajo el televisor, y perdió todo el interés que pudiera haber tenido en el televisor.
-Hola linda, como estas?
-Acá estoy papa y vos, contame.
-Eh peleando con tu madre como siempre.
Verónica sabía que su madre odiaba que su padre hablara de los problemas maritales, aunque estos fueran intrascendentes
-Francisco terminala.
-Deja de tratarme como a un chico.
-Como querés que te trate si cada vez estas más parecido a uno.
-Dejame de joder.
-Con vos no se puede hablar, ya te traigo el café.
Era lindo sentir el departamento para ella sola, no porque le jodiera la presencia de Verónica al contrario, le gustaba estar acompañada, sin que ese alguien fuera una pareja, pero el reencontrarse con ella misma no venia nada mal, era como escaparse de la rutina, aunque no saliera del mismo lugar donde vivía y eso lo hacia más lindo.
Omar vendría en un rato, tenia que pasar tiempo con su familia, cada vez que escuchaba esa palabra, por más que creía acostumbrarse a ella y que no le afectaba, lo hacia, en vez de volverse algo que estaba pero que no jodia, se convertía cada vez más, en algo presente, ineludible, algo que cargaba y al mismo tiempo sostenía a Omar, ella era lo que sobraba, lo que estaba ahí para que entretener un rato a Omar, para distraerlo, sacarlo de la rutina, un juguete, si eso era, y siempre sería.
La misma casa, pintada del mismo color, con la misma alberca, blanca, que sigue haciendo el mismo ruido, dándole a Verónica la engañosa sensación de que el tiempo no hubiera pasado, pero al tocar el timbre algo cambio, no era el sonido aspero y chirriante de antaño, sino una suave y cursi melodía.
Al abrir su madre la puerta termino de contrastar la falsa aura que se había creado, su madre si bien se conservaba bien para los 75 años que tenia, no era la misma mujer que la había criado, está siempre había sido mucho más bella que Patricia y ella, y aunque no se los decía con todas las letras, se los daba a entender cada vez que se enojaba con ellas, la frustraba que sus hijas no fuera tan hermosas, siempre había sentido que al casarse, había perdido la oportunidad de convertirse en una actriz famosa, y hubiera querido que alguna de sus hijas concretaran ese sueño frustrado, pero al ver que sus hijas si bien eran linda, su atractivo era común, no destacaba en lo más mínimo, nada que ver con el de ella.
Igual mama no es tan mala, solo un poco frustrada, espero no ser como ella.
Se acerco y le dio un beso y un abrazo, de lo más sutil, casi seco, a Elena no le gustaban las muestras de afecto exageradas, ya que las consideraba falsas.
-Como estas?
-Bien, y ustedes?
-Acá andamos, ya sabes con todos los achaques de la vejez, lo raro es cuando nos levantamos y no nos duele nada, ahí si que nos asustamos.
-Que se le va a hacer.
-Y nada, veni, estas cansada por el viaje, que querés tomar, café?
-Bueno, dale, y papá?
-Con el televisor a todo volumen, ya lo conoces, esta cada vez más sordo, pero se olvida de ponerse los audifonos, si sigue así me va a terminar volviendo sorda a mi también, con el televisor, y la radio.
-Su padre estaba en el comedor, viendo un programa de cable que hablaba de los cantantes de tango, cuando la vio puso más bajo el televisor, y perdió todo el interés que pudiera haber tenido en el televisor.
-Hola linda, como estas?
-Acá estoy papa y vos, contame.
-Eh peleando con tu madre como siempre.
Verónica sabía que su madre odiaba que su padre hablara de los problemas maritales, aunque estos fueran intrascendentes
-Francisco terminala.
-Deja de tratarme como a un chico.
-Como querés que te trate si cada vez estas más parecido a uno.
-Dejame de joder.
-Con vos no se puede hablar, ya te traigo el café.
Era lindo sentir el departamento para ella sola, no porque le jodiera la presencia de Verónica al contrario, le gustaba estar acompañada, sin que ese alguien fuera una pareja, pero el reencontrarse con ella misma no venia nada mal, era como escaparse de la rutina, aunque no saliera del mismo lugar donde vivía y eso lo hacia más lindo.
Omar vendría en un rato, tenia que pasar tiempo con su familia, cada vez que escuchaba esa palabra, por más que creía acostumbrarse a ella y que no le afectaba, lo hacia, en vez de volverse algo que estaba pero que no jodia, se convertía cada vez más, en algo presente, ineludible, algo que cargaba y al mismo tiempo sostenía a Omar, ella era lo que sobraba, lo que estaba ahí para que entretener un rato a Omar, para distraerlo, sacarlo de la rutina, un juguete, si eso era, y siempre sería.
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