Matilde, tenia 89 años, pero al verla acercarse a ella, Mercedes no pudo más que sorprenderse y admirarla, que casi corriera, además de que hacia las compras sola, cocinaba, y solo tenia una dama de compañía, por que odiaba pasar la noche sola, no por que tuviera dificultades para algo, ya que ella se sentía orgullosa, de ser una vieja capaz, siempre repetía eso, y por lo mismo, muchas de sus antiguas amistades, la recelaban, incluyendo su madre, en sus últimos años.
-Esta vieja es un mes mayor que yo, y nunca le duele nada.
Solía decirle, después de que esta fuera a visitarla.
Cuando llego hasta donde ella estaba, la miro directo a los ojos.
-Hola como andas.
-Bien, y vos?
-Por suerte, muy bien, che el chico grande que se esta quedando en tu casa, es tu sobrino.
-Si, Federico se llama, es él.
-Ah, como ha cambiado, me acuerdo cuando Cata fue a casa con él, que chiquito que era, hasta lo tuve en la falda, como pasan los años, por favor.
-Si...
-Ah, si es que el otro día, esperas creo, no estoy segura que era el martes, lo vi salir de la casa de Lucas, viste el reventado hijo de Soledad Mercado.
Mercedes, se mostró inmutable, ni su rostro, ni su mirada cambiaron después de escucharla, dijo.
-Creo que se conocían cuando Federico venía acá, y lo ha querido ir a ver.
Matilde, sin poder disimular, su decepción, ante su reacción, mostró una sonrisa de falsa amabilidad.
-Bueno, me tengo que ir a hacer la comida, que este bien.
-Vos también, cuidate.
En el fondo, enterarse que Federico había ido a ver a Lucas no le había ni sorprendido, ni decepcionado, sabía muy bien como era Federico, y lo que hacía, por lo que le había contado su hermana Isabel, el que dirán le importaba poco, peor no quería que la policía terminara haciendo un allanamiento en su casa.
Hacia ya casi 15 años que tenia una casa quinta, donde solía ir los domingo, y en verano pasaba enero y febrero allí con su madre, había una piscina, y dos habitaciones, cocina, comedor, y living juntos, estaba rodeada de arboles, por lo que era mucho más fresca que la casa, decidió que trataría de pasarse en ella el tiempo que ellos vivieran en la otra.
No veía la hora que esta se vendiera, así cada uno hacía lo que quería con su plata, y si era posible, no los volvería a ver.
Sos un hijo de puta, ojala te mueras.
Lo odiaba, mucho más de lo que alguna vez lo había querido, de eso estaba segura.
Lo que más odiaba de todo, era que había estado 2 años con él, creía que sabía todo sobre su vida, y su persona, su forma de ser, de sentir, su amor por ella.
Cuando le había dicho que tuvieran un hija.
Ella se alegro, su madre se estaba muriendo, y con sus hermanos nunca había llegado a tener una verdadera confianza, ni amor, su vinculo era solo sanguíneo, como a veces se decía a si misma, sabía que cuando su madre ya no estuviera, cada uno haría su vida por separado.
Por eso, cuando Pablo le dijo que tuvieran un hijo, ella acepto encantada, una familia, una verdadera familia, quería sentir de verdad ese vinculo, que si alguna vez había existido en su casa, como decía su madre, ella era muy chica como para recordarlo, pero la de ella si lo sería, lo amaba, y sentía que él a ella también.
Pero a los pocos mese de confirmar el embarazo, Pablo había empezado a echarse para atrás, la veía poco, y siempre le daba excusas, cuando Gabriela decidió confrontarlo, él le dijo que no estaba preparado, que no tenia ni 20 años, y que era demasiado responsabilidad para él.
-Y ahora me lo decís hijo de puta, ahora, no puedo hacer nada, no quiero tener un hijo sola, de que mierda voy a vivir.
-Mis padres...
-Que, se van a hacer cargo de todo? eso lo deberíamos hacer nosotros, y ni se te ocurra pedirme que aborte, por que es tarde, pelotudo, me lo hubieras dicho antes, ahora no puedo hacer nada, lo tengo que tener, te odio, quería tener una familia contigo, sos una mierda.
-Perdoname.
-Sos un hijo de puta, me cagaste la vida.
Gabriela se quedo reflexionando sobre eso, cuando sintió que alguien le hablaba, era Sebastian.
-Gabriela.
-Que?
-Me prestas el celular, es que el mio se esta cargando, y no tengo ganas de abrir la laptop, solo quiero revisar si me contestaron algo en Twitter.
-Toma, pero me lo devolves enseguida.
-Esta bien.
Federico llego, y se fue casi corriendo hasta su habitación, sin decir nada, Gabriela y Sebastian tampoco le dijeron nada a él.
Sebastian le devovolvio el teléfono, ella reviso los mensajes, ninguno, tal vez ya hubiera cambiado el número.
La familia con la que soñaba hacia unos mese, se había convertido en insultos, reproche e indiferencia.
-Esta vieja es un mes mayor que yo, y nunca le duele nada.
Solía decirle, después de que esta fuera a visitarla.
Cuando llego hasta donde ella estaba, la miro directo a los ojos.
-Hola como andas.
-Bien, y vos?
-Por suerte, muy bien, che el chico grande que se esta quedando en tu casa, es tu sobrino.
-Si, Federico se llama, es él.
-Ah, como ha cambiado, me acuerdo cuando Cata fue a casa con él, que chiquito que era, hasta lo tuve en la falda, como pasan los años, por favor.
-Si...
-Ah, si es que el otro día, esperas creo, no estoy segura que era el martes, lo vi salir de la casa de Lucas, viste el reventado hijo de Soledad Mercado.
Mercedes, se mostró inmutable, ni su rostro, ni su mirada cambiaron después de escucharla, dijo.
-Creo que se conocían cuando Federico venía acá, y lo ha querido ir a ver.
Matilde, sin poder disimular, su decepción, ante su reacción, mostró una sonrisa de falsa amabilidad.
-Bueno, me tengo que ir a hacer la comida, que este bien.
-Vos también, cuidate.
En el fondo, enterarse que Federico había ido a ver a Lucas no le había ni sorprendido, ni decepcionado, sabía muy bien como era Federico, y lo que hacía, por lo que le había contado su hermana Isabel, el que dirán le importaba poco, peor no quería que la policía terminara haciendo un allanamiento en su casa.
Hacia ya casi 15 años que tenia una casa quinta, donde solía ir los domingo, y en verano pasaba enero y febrero allí con su madre, había una piscina, y dos habitaciones, cocina, comedor, y living juntos, estaba rodeada de arboles, por lo que era mucho más fresca que la casa, decidió que trataría de pasarse en ella el tiempo que ellos vivieran en la otra.
No veía la hora que esta se vendiera, así cada uno hacía lo que quería con su plata, y si era posible, no los volvería a ver.
Sos un hijo de puta, ojala te mueras.
Lo odiaba, mucho más de lo que alguna vez lo había querido, de eso estaba segura.
Lo que más odiaba de todo, era que había estado 2 años con él, creía que sabía todo sobre su vida, y su persona, su forma de ser, de sentir, su amor por ella.
Cuando le había dicho que tuvieran un hija.
Ella se alegro, su madre se estaba muriendo, y con sus hermanos nunca había llegado a tener una verdadera confianza, ni amor, su vinculo era solo sanguíneo, como a veces se decía a si misma, sabía que cuando su madre ya no estuviera, cada uno haría su vida por separado.
Por eso, cuando Pablo le dijo que tuvieran un hijo, ella acepto encantada, una familia, una verdadera familia, quería sentir de verdad ese vinculo, que si alguna vez había existido en su casa, como decía su madre, ella era muy chica como para recordarlo, pero la de ella si lo sería, lo amaba, y sentía que él a ella también.
Pero a los pocos mese de confirmar el embarazo, Pablo había empezado a echarse para atrás, la veía poco, y siempre le daba excusas, cuando Gabriela decidió confrontarlo, él le dijo que no estaba preparado, que no tenia ni 20 años, y que era demasiado responsabilidad para él.
-Y ahora me lo decís hijo de puta, ahora, no puedo hacer nada, no quiero tener un hijo sola, de que mierda voy a vivir.
-Mis padres...
-Que, se van a hacer cargo de todo? eso lo deberíamos hacer nosotros, y ni se te ocurra pedirme que aborte, por que es tarde, pelotudo, me lo hubieras dicho antes, ahora no puedo hacer nada, lo tengo que tener, te odio, quería tener una familia contigo, sos una mierda.
-Perdoname.
-Sos un hijo de puta, me cagaste la vida.
Gabriela se quedo reflexionando sobre eso, cuando sintió que alguien le hablaba, era Sebastian.
-Gabriela.
-Que?
-Me prestas el celular, es que el mio se esta cargando, y no tengo ganas de abrir la laptop, solo quiero revisar si me contestaron algo en Twitter.
-Toma, pero me lo devolves enseguida.
-Esta bien.
Federico llego, y se fue casi corriendo hasta su habitación, sin decir nada, Gabriela y Sebastian tampoco le dijeron nada a él.
Sebastian le devovolvio el teléfono, ella reviso los mensajes, ninguno, tal vez ya hubiera cambiado el número.
La familia con la que soñaba hacia unos mese, se había convertido en insultos, reproche e indiferencia.
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