sábado, 6 de octubre de 2012

Agnezzi /14)

Hacía sesenta año que estaba en Agnezzi, y que era este ahora, de lo que había llegado a ser un pueblo prospero, ahora solo quedaban los restos, los edificios de lo que alguna vez fueran fabricas, ya solo quedaban parados, inertes, vacíos, esperando ir pudriéndose, o ser demolidos algún día.
Las vías del tren estaban igual de muertas, 6 años hacia ya que pasara el último, y con el habían aprovechado muchos para irse de allí, llevándose todo lo que pudieron, los pocos que lograron vender sus casas fue para que estas fueran demolidos y volvieran a ser zona de sembrado, los que no pudieron venderlas, decidieron quitar puertas y ventanas, para que no las saquearan, y además con eso poder pagar aunque se las primeras cuotas de un crédito, que les financiara la compra de una nueva casa.
Lorena se miraba y descubría que ella pasaba por lo mismo, ya lo único que esperaba era la muerte, le costaba levantarse, caminar, a veces olvidaba ciertas cosas, cada vez que se peinaba sentía más fuerte el cepillo, por el poco pelo que le quedaba, sus hijos tampoco estaban allí, a ninguno le había interesado vivir en el pueblo, y después de estudiar, solo había vuelto a verlos de vez en cuando, estos le propusieron varias veces sobretodo después que muriera Esteban que se fuera a la ciudad, pero ellas se negaba rotundamente.
Tenia una mujer que la cuidaba, y era amable con ella, nunca le hacia faltar nada, pero ella se sentía como un niño, al que tenían que cuidar, de que no se cayera, ni tocara nada que pudiera lastimarla, debido a eso, Lorena opto por salir poco y nada de su habitación, se pasaba las horas mirando televisión, sobretodo películas viejas cuando las encontraba, o alguna telenovela, o sino, y esto era lo que prefería hacer, miraba fotos, de su casamiento, de cada uno de sus embarazos, de cuando nacieran sus hijos, siempre que llegaba a las de color, casi nunca revisaba el último álbum con las fotos de color, estas la deprimía.

Era el mejor asilo de Buenos Aires, de eso no se podía quejar, tenía todo, comida, un jardín grande y hermoso, y sobretodo las enfermeras y los doctores eran de lo más amable, aquí si les importaba que los viejos no se murieran, por que no había muchos familiares dispuestos a pagar un lugar tan caro para sus padres.
Peor a Francis lo que más la alegraba era que su nieta viniera a verla, y esta lo hacia casi todas los días, ella la esperaba ansiosa, casi siempre con algo preparado, se iba a la cocina y después que la cocinera terminaba de preparar el desayuno la ayudaba a hacer una torta, o o galletitas para su sobrina Viviana, y su amigo Adrián, un muchacho muy simpático, gay que siempre la maquillaba y peinaba con sumo cuidado, para dejarla como las actrices que ella hubiera querido ser de joven, le llevaba retratos de todas las divas de Hollywood y le preguntaba como quien quería lucir esa tarde, y ella miraba los retratos y elegía, su nieta también quería ser actriz, y muchas veces Viviana también se peinaba y vestía, ella quería ser actriz, de hecho estaba por terminar la carrera de artes dramáticos, y hasta estaba por conseguir un rol en una telenovela.
Francis encantada veía la ropa de Viviana como esta se transformaba en toda una diva, y soñaba con que era ella, con que su nieta cumpliría su sueño tan anhelado, y su sonrisa se ensanchaba.

Le gustaba pasar unas cuantas semanas con cada uno de sus hijos, a estos les gustaba estar con ella, sobretodo 2 de ellos, que vivían solo, no se habían casado ni tenían hijos, a veces pensaba si el hecho de que ella se viera tan cansada durante los años de crianza, tenia que ver con esa decisión.

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