sábado, 16 de junio de 2012

Testigos Ausentes /8)

Luis abrió la puerta.
-Ustedes no son....
-Si, yo soy Gabriel Mendoza, el hermano de Diego.
-Andrea Regui, hermana de Luciana.
-Ah, ¿y qué quieren?
-Luis, por favor, adelante, vengan por acá, ¿qué necesitan?
-Mire señora...
-Magdalena, por favor.
-Magdalena, nosotros creemos que no se suicidaron, que fueron asesinados.
-Yo también.
Luis no quiso escuchar más y se fue a la habitación.
-¿De verdad?
-Sí, pero no pensaran que fue alguno de ellos.
-Claro que no, fue, bueno, para mí fue Vicente.
-Su propio padre.
-A ese tipo solo le importa la plata y su carrera política, nada más. Si Sebastián sabia algo, y él pensaba que podía hablar, lo pudo haber hecho.
-No sé qué decir, y no entiendo en qué les puedo ayudar.
-Lo que te voy a pedir es algo muy intimo, pero quisiéramos saber qué se escribía Daniela con sus amigos. Lo que pasa es que Diego y Luciana eran de borrar casi todos los mensajes, y no hemos podido encontrar nada.
-No, no quiero ver lo que hay, no quiero enterarme de nada más. Miren lo único que me queda de mi hija son los recuerdos, y ya bastante distorsionados están, como para que si llego a descubrir algo más, pierda lo poco que todavía tengo de ella, no quiero llegar a odiarla.
No entendía cómo había sido capaz de decir eso, pero lo había hecho, y no podía decir lo contrario, ni que se había equivocado, entonces prefirió callar.
Andrea se le acercó.
-Mira, te entiendo, créeme, a mí también me cuesta ver lo que Luciana pensaba de mí, pero más me cuesta saber que su asesino sigue libre.
-Está bien, pero quiero estar presente, quiero leer todo lo que mi hija escribió.

Vicente fue hasta la habitación de Sebastián. Virginia había vuelto ahí y ya no salía.
-¿Qué haces acá?
-Tenemos que hablar Virginia.
-Sí, ya lo creo.
Ambos se quedaron en silencio, mirándose en forma desafiante, odiándose profundamente uno al otro.

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