sábado, 22 de octubre de 2011

La cueva de los heridos /7) Anhelos.

Era raro mirar la casa y encontrar que todo estaba igual a la última vez que había estado ahí.
Lo único diferente era el olor a humedad y encierro, su madre fue enseguida a abrir las ventanas.
Los días transcurrieron iguales para ella que en el hospital, apenas se levantaba de la cama, para comer, ir al baño, o bañarse, mientras su madre recibía visitas, que le daban un beso al llegar y otro al irse.
Ella a veces leía, la mayoría de las veces miraba televisión, y otras dormía.
Cuando venia la terapeuta hacia el esfuerzo físico, pero la pudría, la voz y la actitud de esta.

Todo les costaba, pero no querían pedir la ayuda del otro, para no pelearse, cuando ella estaba en el comedor, él estaba en la cocina, cuando ella estaba en la cocina él estaba en la pieza, y así se pasaban todo el día, compraban comida hecha pero la comida hecha para no tenerse que cocinar, cuando uno terminaba de comer, recién ahí entraba el otro.

No tendría que verse azulado, sino rosado, por qué se le notan los huesos y las venas, por qué parí algo tan pequeño, soy una basura, una incompleta, no sirvo.
Se estaba acostumbrando a tener las mejillas mojadas, ambos no se miraban ya que sus ojos estaban pendientes del bebe, veían la sonda, y les parecía tan irreal, tan patético que una criatura diminuta necesitara todo eso para mantenerse vivo.

Le costó a andar en andador, pero una vez que lo empezó a usar, sabia que le costaría dejarlo, aunque odiaba la imagen que daba con este, se veía más vieja y achacada.
Pero lo dejaría, estaba decidida a que después de que se recuperara de su cadera, volvería a andar sin ayuda.

La policía le ofreció llevarla a un centro para mujeres golpeadas pero lo rechazó, sentía que él la iba a encontrar si iba a uno de esos lugares, les pidió que la llevaran a la estación de trenes.
De ahí se fue hasta la parada de colectivos, no quería que la policía supiera en que se había ido, el colectivo la llevó a la ciudad vecina, y de ahí tomó otro colectivo hasta una ciudad costera.

Le gustaba hablar con ese chico aunque no entendía por qué.
-¿No hay nada que te guste?
-Me gustaría estar muerto.
-Déjate de joder.
-No te gusta escuchar la verdad.
-La verdad de un adolescente que no sabe lo que quiere.
-Quiero morir.
-No creo que te quieras morir.
-Y qué vida puedo tener, si ya sé que no puedo seguir en lo de mi tía, ni quiero tampoco, pero qué vida me espera, no tengo plata, no quiero trabajar, no quiero estudiar, no quiero nada, bah si, quiero morirme.

No hay comentarios:

Publicar un comentario