sábado, 8 de octubre de 2011

La cueva de los heridos /5) Acompañantes.

-Sabes que le va a pasar al hijo de puta que me atropello.
-Salio bajó fianza, esperemos que el juicio salga rápido
-Bajo fianza, osea que a mi me esta costando hasta moverme, mientras el puede estar en su casa lo más tranquilo.
-Si.
La charle le había resultado rara, por un lado se sintió enojada y frustrada por que el tipo estaba en libertad, y por el otro contenta por ser una de las primeras conversiones que había tenido con su madre que no hacia referencia a su recuperación, la cual estaban cansando tanto a ella como a su madre.

Se sentía mareada cuando llegaron, el dolor era cada vez más insoportable.
Al abrirles la puerta de la guardia una enfermera le indico que se sentara en la camilla, ella lo hizo, la enfermera busco el liquido marrón, el medico mientras  le observaba y la pierna la mano le preguntaba como se había quemado.
Una vez que removieron los restos blancos de piel quemada, le pusieron una crema blanca, y la vendaron.
Tenia que ir todos los días por una semana a que le cambiaran las vendas.
Cuando volvieron a la casa, fueron derecho a la habitación, les costo mucho desvestirse, y aunque les hubiera servido la ayuda del otro, ninguno de los dos se ofreció, ni la pidió.
Durmieron con sus manos heridas una al lado de la otra pero ni bien sentía el contacto las corrían.

 Todavía le quedaban varios días para que le dieran el alta.
Odiaba la idea de tener que caminar con andador, trataba de no pensar en ello.
La señora que solía quedarse con ella por las noches fue, hacia años que trabajaba para ella, esa si era una señora, tenía sesenta años, y era una persona cálida, que solía contarle de su hijo al cual veía poco por que se había ido a vivir a otra ciudad.
Ese día la vio con un libro bajo el brazo, y se alegro, le encantaba que le leyeran, ya que ella había tenido que dejar la lectura por que ni con anteojos aguantaba el cansancio que le generaba en la vista, cuando la señora le empezó a leer descubrió el placer enorme que significaba para ella que otra persona le leyera, le permitia cerrar los ojos e imaginar la historia, las caras de los personajes y el lugar donde se desarrollaban los hechos.
Escuchando la dulce vos de esa dulce mujer, era como soñar despierta, y lo más interesante de todo soñar con los sueños de otro, del que había escrito el libro.

Se llevo las manos a la boca y después bajo la mirada, no quería ver, se sentía culpable de que el bebe fuera así.
Enseguida escucho una voz, que la llamaba por su nombre, reconoció rápidamente esa vos y se dio vueltas.
Ahí estaba el como siempre, alto, flaco, con su gorra entre las manos, la remera y el jean gastados, y las zapatillas sucias.
Se abrazaron, y al instante lloraron, trataron de hacerlo en silencio, lográndolo a medias, se apretaron fuerte el uno contra el otro, incapaces de decir algo.

Se repitió varias veces que tenía que hablar.
-Queresa hacer la denuncia.
-Si.
-Vamos a llamar a la policía.
Tenía mil quinientos pesos en la cartera, tal vez tuviera suerte y le daban el traslado.
No quería ir a uno de esos hogares o centros para mujeres golpeadas, los concideraba una cárcel, quería estar sola, y no hablar con nadie de esto, quería borrar todo, que los recuerdos se fueran.

Había tomado varias tabletas de pastillas de dormir de su tía, ella llevaba años viendo casos así, y creía que su intención no había sido suicidarse.
-Si mi hermana y mi cuñado murieron en un accidente, ya se que debe ser muy difícil para el, pero yo no lo puedo seguir teniendo, se lleva mal con mis hijos, no me hace caso, cualquier cosa que le digo me sale con que yo no soy la madre, no se yo no lo puedo seguir teniendo, no se que voy a hacer con el.
No entendía que la llevaba a quedarse ahí, esperando que el despertara, pero se quedo.





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