Agradas más así.
Esas palabras se habían convertido en mi oración, cada vez que me miraba al espejo, no me veía a mí sino lo que Ernesto esperaba que fuera, lo peor es que me sentía bien así, como drogada, Ernesto era mi droga.
Durante los primeros meses, no pensaba en nada, ni siquiera en lo típico de los prometidos: el futuro, para mí lo importante era salir del trabajo, para ver a Ernesto, para olerlo, tocarlo, serle útil, porque eso sí, él me iba moldeando, para que le sirviera, yo antes de volver al depa tenia que pasar por la tintorería a buscar su ropa, porque el señor no se ponía ropa que no pasara por la tintorería. También por mensaje me enviaba si había tenido algún antojo, si como una embarazada, que un helado, que algún postre de esos que venden en los supermercados, que alguna masita de la panadería.
De nada de eso renegaba o me quejaba, al contrario, me sentía imprescindible.
Luego Ernesto no se limitó a que fuera su sirvienta, y su mandadera, también quería que fuera una esclava en la cama.
Y eso no me lo puedo perdonar, haber cedido a cosas que me daban asco, que me denigraban, no puedo siquiera teclearlas, lo veo una y otra vez en sueños, yo complaciendo sus asquerosidades.
Eso es lo peor de haber consentido que me hiciera hacer esas cosas, que una puede justificar mil cosas, pero las que tiene que ver con el sexo no, es algo que te marca, que no se te olvida.
sábado, 21 de agosto de 2021
Aventura /5)
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