No veía la hora de que llegara Teresa, no por ella, no por ella, sino por el nuevo inquilino.
Seguro es el amante, amigo, si claro, qué puta, por favor, meter al macho enfrente de la casa.
A las 11:00 llegó Teresa.
-Hola Inés, mirá Pedro no va a poder llegar hasta la una, se le quedó el auto en la ruta, y hasta que se lo arreglen y todo.
-Si, no hay problema.
Inés esperó.
Por qué mierda estoy tan ansiosa, Dios tan vacía es mí vida que me entusiasmo porque voy a conocer al amante de esta tilinga. Y tiene suerte la hija de puta, un marido rico y un macho.
A las 13:00 tocaron el timbre.
Inés puso el ojo sobre la mirilla, quería verlo antes de abrirle.
Mirá el macho que pegó ésta.
Se saludaron.
El muchacho la miró y extendió la mano, Inés se la estrechó.
-Pedro, un gusto.
-El gusto es mío.
La mirada de Pedro le provocó a Inés una mezcla de atracción y miedo, al darle la mano sintió un escalofrío que le erizó la piel.
Al soltarle la mano se las llevó a los antebrazos.
Teresa notó algo en su expresión.
-¿Te sentís bien Inés?
-Si, si, pasen, la casita es chiquita pero es cómoda, tiene su entrada aparte, además aire acondicionado, Internet, todo.
Les hizo una señal con la mano para que pasaran.
Tomó una llave del bolsillo derecho de su pantalón, mientras marcaba el paso, Teresa y Pedro la seguían de cerca.
-Qué lindo jardín que tenés, eh, hermoso, bueno el de adelante igual.
-Gracias, es cansador mantenerlo, pero valen la pena.
Bueno, acá está el lugar, le entra la luz justa, a la mañana, así que a la tarde está fresquito, pero no húmedo, ahí tenés la clave del Wi Fi, el control del aire acondicionado, todo.
Le dejó la llave a Pedro sobre la mesa para no tener contacto con su mano, tenía miedo de volverse a erizar y que otra vez Teresa se diera cuenta.
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