sábado, 3 de noviembre de 2018

Los rumbos /1)

Todos se colocaron los anteojos al salir del boliche, ya que el sol empezaba a pegar, hacia rato que había amanecido, por lo menos 1 hora y media, estaban tomados, cansados, caminaban casi a la rastra. Agustín se vio reflejado en una vidriera y contempló lo que ésta le devolvía, sintió que tanto él como los demás eran zombies, se reprochó lo obvio del pensamiento, y aceleró el pasó para alcanzar a los demás. Los miró, solo eran conocidos, Paula era la única amiga que tenia dentro del grupo, el resto nada, ni siquiera conocía el apellido de la mayoría, y  de 2 ni el nombre, ya que se los habían presentado esa noche y con lo fuerte que estaba la música no había alcanzado a oírlos. Cuando llegaron a la esquina, se empezaron a separara, la pareja que habían conocido esa noche, tomó un taxi, otros doblaron a la derecha, vivían a 2 cuadras de ahí, las otras 2 chicas se sentaron en una parada de colectivos, hasta que pasara el que las llevaría a su barrio. Se despidieron con un apático chao que ellos respondieron levantando sus respectivas manos derechas.
Agustín y Sonia siguieron caminando, al llegar se sacaron los anteojos.
-Quiero morirme.- Dijo Agustín mientras se refregaba los ojos.
-Ya me extrañaba que no lo dijeras.
-Es que es la verdad, tengo 25 y estoy hecho mierda. 
-Nah, estás di-vi-no.
-Anda a cagar.
-No te pongas loca, eh.
-Como para no, sabes las horas que voy a tener que ir al gym y mantenerme solo mantenerme como estoy dentro de unos años, me quiero morir.
-Qué tragedia.
-Para mí lo es.
-Y si, a ver si no tengo pesadillas con tu culo fláccido.
-Puta.
-Boeh, mirá quien habla.
Agustín se duchó antes de acostarse, era su rutina, siempre que salía al regresar se duchaba.
Se despertó y entrecerró los ojos, las persianas estaban levantasdas y el sol de la una de la tarde lo cegaba, sintió el olor del café recién hecho y se acercó a la mesa.
- ¿Como anda el bello durmiente?
- ¿Por qué mierda subiste las persianas? 
-Y para qué va a ser, para que entre sol, bola, no viste la vitamina D o una de esas que da el sol.
-Ajá, dame café.
-Pagame y te sirvo, boludo, si no ahí tenés la cafetera, la taza en la alacena y la cuchara en el primer cajón.
Agustín se sonrió, y fue a buscar una taza, mientras se servía el café notó las facturas que estaban sobre la mesa.
-Che, te caíste de la cama, facturas, café.
-Ja, viste, no dormí casi nada, no sé, después me voy a tirar por 12 horas, pero ahora ando no tengo sueño.
Se quedaron en silencio, que solo rompía el ruido de las tazas cuando las apoyaban sobre la mesa o el de la cafetera sobre éstas cuando se servían más café, también el de sus masticadas, pero ninguna palabra surgió entre ellos, ambos se esforzaban por recordar la noche anterior, pero casi nunca lo lograban cuando tomaban éxtasis, era un tiempo robado a su memoria, eso les excitaba y angustiaba a la vez. 


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