sábado, 20 de enero de 2018

Encrucijadas de la vida /22)

-La semana que viene me mudo, a la mierda. 
-Mmm no sé, boludo, después la policía va a empezar a sospechar, y habrá que aun parte, o por ahí a los hijos de puta se les ocurre "dar un ejemplo" con vos, y te meten preso, otra vez y de yapa a mí por cómplice.
Porque acá todos se hacen los boludos y se creen que vivís de tu vieja, pero después si te mudas, van a empezar a chusmear de donde sacas la plata para vivir solo, ya sabes como son.
-Nah, no pasa nada, les voy a decir que hice un curso online para arreglar celulares, y que vienen a traérmelo, jaja
-No sé, no sé.
-Además voy a alquilar algo en una zona que haya pocas casas, por el molino, ahí casi no hay nada, tengo que fijarme si hay alguna por ahí, viste que hay re pocas casas.
-Poenele, pero igual es un riesgo.
-Y si, boluda, pero mi vieja está insoportable, decí que cuando vuelve del trabajo se acuesta, si no no la aguanta nadie.
-Tu vieja es una mierda, igual que la mía.
-Si, boluda, por eso.
-Bueno, qué sé yo, está bien.
-Igual no te estaba pidiendo permiso u opinión, solo te contaba.
-Anda a cagar, pajero.
Ambos se rieron hasta llegar a la carcajada, no solo por lo que acababan de decir, sino por los efectos del porro que se habían fumado una hora antes.
Eran novios desde hacia un año y medio, se habían conocido en la universidad, y ambos dejaron las carreras en las que se habían anotado, por el mismo tiempo.
Andrés se había anotado sin ganas en medicina, solo por darle el gusto a su madre, ahora, en el fondo se lo agradecía, ya que gracias a eso había conocido a su proveedor de marihuana, otro que solo estaba esperando que su negocio terminará de florecer, para dejar de vivir con sus padres y abandonar la carrera.
-Cultivo y distribución.
Alan era un muchacho flaco, muy alto, rubio, de ojos verdes, su escasa barba, no porque se la cortará, sino porque así le crecía, le daba un aspecto más desaliñado que la expresión de su rostro, acentuaba, era un rostro insulso, alargado, pero como siempre tenía una semi sonrisa en sus labios, era agradable, no porque fuera atractivo, descripción que nunca encajaría con Alan, sino porque generaba confianza, era un nuevo hippie, pero con espíritu empresarial, según repetía siempre, y aunque lo decía como contando algo gracioso, Andrés se dio cuenta que era en serio. 
Pagaron onda y Alan le ofreció 1 kilo de marihuana.
-¿Y como lo vendo?
-Pones un cartel de neón en la puerta o ventana de tu casa, como lo vas a vender, pelotudo, no tenés face, no tenés amigos en tu ciudad que quieran comprar, bueno.
-Pero ahora Internet no te revisa todo.
-Seguro a googlee le interesa mucho vender los secretos de un dealer de una ciudad en el culo del mundo, déjate de joder.
Había vendido la marihuana, pero no por el medio que Alan le sugiriera, sino yendo a una fiesta de un conocido en común, ofreciéndola, y al ver que les pegaba, casi todos los invitados empezaron a comprarle, al terminar la noche, tenía 5000 pesos.
Y cuando llegó a su casa, 30 solicitudes de amistad, que al otro día se transformaron en 40, y a la semana siguiente en 50, y los kilos de marihuana como la plata empezaba a crecer tan rápido como las solicitudes.
Nunca había contado con tanto efectivo, su madre jamás le había dado más de 400 pesos por semana, y ahora había días que levantaba el doble de eso, en ese tiempo, conoció a Belen.
Un día ella fue a comprarle, pero solo si antes podía probar uno gratis.
Él aceptó, no por conseguir otra clienta, que no necesitaba, sino porque la chica siempre le había gustado, y pensó que drogada tal vez lo veía con mejores ojos.
Ella dio un par de pitadas, luego se lo extendió a él, que lo agarro casi tembloroso, por la idea de meterse en la boca algo que había estado en los labios de Belen hacia solo unos segundos, dio una profunda calada, y se lo devolvió.
Hicieron eso hasta que el porro se terminó, luego se miraron, se rieron, Sofia se acercó a él, y lo beso, lo despeinó, Andrés la agarro por la cintura, la apretó contra él, y la beso más fuerte, luego por el mareo que ambos tenía se cayeron sobre el sillón, se rieron, y terminaron durmiéndose uno encima del otro.
Se despertaron al oír el portazo que había dado Martina.
Ésta no le dijo nada, se encerró en la habitación, hasta que Belen se fue.
-Estoy harta, Andrés, ya que te dedicas a esa inmundicia, espero que te alcance para pagarte un lugar, porque yo no te quiero mas acá.
Daniel se mudó la semana siguiente, al mes lo detenían por tenencia y distribución de estupefacientes. 


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