Decidimos irnos por todo el verano a recorrer el país, y por la estación, obvio que preferimos hacerlo por el sur que por el norte, queríamos escaparnos del calor.
El 2 de enero de 1983, salimos hacia Ushuaia, por descontado lo hicimos con un mapa que apenas entendíamos por lo que en cada estación de servicio consultábamos si estábamos siguiendo bien la ruta al sur, de pasada vimos un montón de ciudades de provincia, todas parecidas entre si o por lo menos lo que nosotros desde la tura llegábamos a notar.
Después de manejar durante 7 horas, parando como ya dije para cargar nafta, llegamos a Río Negro y nos quedamos en un hotel de paso al norte de la provincia, la verdad que se respiraba otro aire ahí, más fresco o por ahí era solo mi sensación.
Al día siguiente que teníamos planeado manejar otras 7 horas y llegar hasta Chubut, el paisaje fue muy diferente, desolado, los pueblos se percibían cada muchísimos más kilómetros que en Buenos Aires, pero la verdad que eso no desmeritaba nada, esa ausencia de gente, casas, etc, le daba una belleza absoluta.
Lo mismo fue en Chubut y Santa Cruz, al 4 día llegamos a Ushuaia, era un destino de cuento de hadas, todas casitas empinadas, vimos el faro, el muelle, y todo era una sensación vivificante, por primera vez nos abrazamos en todo el tiempo que duraba el viaje, cuyo único contacto físico lo habíamos tenido al rosarse nuestros hombros u antebrazos involuntariamente mientras estábamos acostados o las puntas de nuestros dedos cuando nos pasábamos el mate.
Allí volvimos a hacer el amor, aunque no sé en qué medida eramos nosotros y en que el dejarnos imbuir por el ambiente, la ciudad, las casitas empinadas, el frío en enero, la lejanía de todo lo que era nuestra vida, una forma de despejarnos, de olvidarnos por un rato, de evadirnos, que estaba funcionando, aunque claro era solo un desvió, pero creo que por que a pesar de que los 2 lo sabíamos, preferimos dejar de lado todas las cuestiones, y entregarnos a esa felicidad que como toda felicidad, sería pasajera.
El 2 de enero de 1983, salimos hacia Ushuaia, por descontado lo hicimos con un mapa que apenas entendíamos por lo que en cada estación de servicio consultábamos si estábamos siguiendo bien la ruta al sur, de pasada vimos un montón de ciudades de provincia, todas parecidas entre si o por lo menos lo que nosotros desde la tura llegábamos a notar.
Después de manejar durante 7 horas, parando como ya dije para cargar nafta, llegamos a Río Negro y nos quedamos en un hotel de paso al norte de la provincia, la verdad que se respiraba otro aire ahí, más fresco o por ahí era solo mi sensación.
Al día siguiente que teníamos planeado manejar otras 7 horas y llegar hasta Chubut, el paisaje fue muy diferente, desolado, los pueblos se percibían cada muchísimos más kilómetros que en Buenos Aires, pero la verdad que eso no desmeritaba nada, esa ausencia de gente, casas, etc, le daba una belleza absoluta.
Lo mismo fue en Chubut y Santa Cruz, al 4 día llegamos a Ushuaia, era un destino de cuento de hadas, todas casitas empinadas, vimos el faro, el muelle, y todo era una sensación vivificante, por primera vez nos abrazamos en todo el tiempo que duraba el viaje, cuyo único contacto físico lo habíamos tenido al rosarse nuestros hombros u antebrazos involuntariamente mientras estábamos acostados o las puntas de nuestros dedos cuando nos pasábamos el mate.
Allí volvimos a hacer el amor, aunque no sé en qué medida eramos nosotros y en que el dejarnos imbuir por el ambiente, la ciudad, las casitas empinadas, el frío en enero, la lejanía de todo lo que era nuestra vida, una forma de despejarnos, de olvidarnos por un rato, de evadirnos, que estaba funcionando, aunque claro era solo un desvió, pero creo que por que a pesar de que los 2 lo sabíamos, preferimos dejar de lado todas las cuestiones, y entregarnos a esa felicidad que como toda felicidad, sería pasajera.
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