La casa se alquilaría, así lo había decidido Nicolas, él pensaba irse de viaje por Europa.
Sandra se sentía extraña al no volver a esa casa, era otra de las cosas que corroboraban lo obvio, la muerte de Liliana, su ausencia.
Se empezó a frustrar, porque no tenia forma de donde partir, todo lo referido a los casos, así como a cualquier actividad personal, de cualquier índole que tuviera su tía, y de los que quedará registro, su celular, su agenda, etc, estaba en manos de la policía.
Y el entusiasmo que sentía al principio, pronto se tronco en angustia, al darse cuenta que su empeño detectivesco, no había sido producto del mismo fin, postergar y negar el duelo.
Aprovechó las vacaciones que tenia en la universidad, para liberar su dolor, llorar, contemplar fotos, recordar las imágenes retratadas en las mismas, y sobre todo aceptar la perdida.
Entrar de lleno en ese dolor, fue catártico, lloró, se rió, y se refugió en algunos lugares comunes, que no por obvios, dejaban de ser ciertos, como que todos nos vamos a morir, que hay que seguir adelante, que su ti no hubiera querido que lela estuviera así, etc.
Luego de esos días de duelo, retornó la universidad, se graduó, y empezó a trabajar en un hospital público.
Casi nunca decía sus opiniones, más inclinadas a un tratamiento psicológico que a un tratamiento basado en medicamentos, siempre había considerado peligroso convertir a personas con trastornos mentales, en droga-dependientes, pero se cuidaba mucho de hacérselo ver a sus superiores, a los que por otro lado entendía, veía que en muchos casos el tiempo en esas instituciones siempre con pocos recursos, haciendo malabares para que el lugar no se cayera a pedazos, y trabajando más horas de las remuneradas, y con pacientes que eran tirados allí, porque los familiares no tenían otro lugar donde ponerlos, luego de luchar años para que las obras sociales se dignaran a cubrirle un mejor tratamiento.
Uno de los directores le había dicho al llegar, que no se ilusionará con nada, que era lo mejor, que ese instituto, como tantos otros públicos, era una especie de perrera, para enfermos mentales.
Igual, Sandra, pudo sacar provecho de la falta de tiempo de los directivos y cuidados de los directivos, para poner en practica sus teorías.
Había decidido probar algo básico, con los enfermos menos peligrosos y menos droga-dependientes.
Les pedía que hicieran un esfuerzo, para recordar lo más lindo y lo más feo que habían vivido a lo largo de su vida.
En general ese día que empezó muy optimista, fue decayendo rápidamente, al comprobar la falta de interés de los internos, estos en su mayoría no colaboraron, y los que lo hicieron en general, estaba segura que le mentían, para tratar de congraciarse con ella y obtener algún favor, o se burlaban descaradamente, inventando cosas absurdas y luego poniéndose a gritar o llorar.
Su último paciente, un muchacho de más o menos su edad, pálido, que miraba fijamente a los ojos, aunque al hacerlo era encontrarse con algo perturbador, como si mirara sin ver.
Sandra trató de simular, y con un tono mecánico y relativamente indiferente, luego de todas las horas estériles pasadas, le hizo la pregunta.
El muchacho, la miro con más intensidad y esta vez con cierta coherencia, dijo:
Liliana Santivañez.
Sandra se sentía extraña al no volver a esa casa, era otra de las cosas que corroboraban lo obvio, la muerte de Liliana, su ausencia.
Se empezó a frustrar, porque no tenia forma de donde partir, todo lo referido a los casos, así como a cualquier actividad personal, de cualquier índole que tuviera su tía, y de los que quedará registro, su celular, su agenda, etc, estaba en manos de la policía.
Y el entusiasmo que sentía al principio, pronto se tronco en angustia, al darse cuenta que su empeño detectivesco, no había sido producto del mismo fin, postergar y negar el duelo.
Aprovechó las vacaciones que tenia en la universidad, para liberar su dolor, llorar, contemplar fotos, recordar las imágenes retratadas en las mismas, y sobre todo aceptar la perdida.
Entrar de lleno en ese dolor, fue catártico, lloró, se rió, y se refugió en algunos lugares comunes, que no por obvios, dejaban de ser ciertos, como que todos nos vamos a morir, que hay que seguir adelante, que su ti no hubiera querido que lela estuviera así, etc.
Luego de esos días de duelo, retornó la universidad, se graduó, y empezó a trabajar en un hospital público.
Casi nunca decía sus opiniones, más inclinadas a un tratamiento psicológico que a un tratamiento basado en medicamentos, siempre había considerado peligroso convertir a personas con trastornos mentales, en droga-dependientes, pero se cuidaba mucho de hacérselo ver a sus superiores, a los que por otro lado entendía, veía que en muchos casos el tiempo en esas instituciones siempre con pocos recursos, haciendo malabares para que el lugar no se cayera a pedazos, y trabajando más horas de las remuneradas, y con pacientes que eran tirados allí, porque los familiares no tenían otro lugar donde ponerlos, luego de luchar años para que las obras sociales se dignaran a cubrirle un mejor tratamiento.
Uno de los directores le había dicho al llegar, que no se ilusionará con nada, que era lo mejor, que ese instituto, como tantos otros públicos, era una especie de perrera, para enfermos mentales.
Igual, Sandra, pudo sacar provecho de la falta de tiempo de los directivos y cuidados de los directivos, para poner en practica sus teorías.
Había decidido probar algo básico, con los enfermos menos peligrosos y menos droga-dependientes.
Les pedía que hicieran un esfuerzo, para recordar lo más lindo y lo más feo que habían vivido a lo largo de su vida.
En general ese día que empezó muy optimista, fue decayendo rápidamente, al comprobar la falta de interés de los internos, estos en su mayoría no colaboraron, y los que lo hicieron en general, estaba segura que le mentían, para tratar de congraciarse con ella y obtener algún favor, o se burlaban descaradamente, inventando cosas absurdas y luego poniéndose a gritar o llorar.
Su último paciente, un muchacho de más o menos su edad, pálido, que miraba fijamente a los ojos, aunque al hacerlo era encontrarse con algo perturbador, como si mirara sin ver.
Sandra trató de simular, y con un tono mecánico y relativamente indiferente, luego de todas las horas estériles pasadas, le hizo la pregunta.
El muchacho, la miro con más intensidad y esta vez con cierta coherencia, dijo:
Liliana Santivañez.
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