Paja, hacerse la paja, no dejaba de oír a sus compañeros hablar de eso, cansado de no saber lo que significaba, se lo preguntó a Gustavo, él único compañero en quién confiaba que no se reiría de la pregunta, ni se burlaría con los demás de su ignorancia.
Gustavo sonrió más en forma incrédula que burlona, y le dijo:
-Es frotarse, boludo.
-¿Frotarse, qué?
-Qué va a ser, la pija.
-¿Ah y para qué?
-¿Vos sos o te haces, para sacarse las ganas cuando se te para, de verdad me estás preguntando semejante pelotudes?
-Por ahí es porque a mí casi nunca se me para.
-No sé, cada uno empieza a pajearse cuando tiene ganas, ya se te va a parar y te la vas a hacer.
Martín aprovechó un día que su tía había ido a comprarse ropa, se encerró en el baño, y frotó su pene, al notar que seguía flácido y que si frotaba con más violencia se le empezaba a paspar, cambió de táctica y comenzó a jugar con su pene, como cuando era chico, apenas dilucidaba alguna imagen muy difusa de esos juegos que le proporcionarán un placer extraño, pero prefirió no seguir, ya que los recuerdos ludicos, se transformaron en nostálgicos al recordar otras imágenes que evocaban a su madre, fingiendo escandalizarse, riéndose o tapándose los ojos, aunque no sabia cuanto de eso era real y cuanto imaginario.
Un día mientras veía una escena de telenovelas donde los protagonistas hacían el amor, sintió una erección y decidió ir corriendo hasta el baño, y comenzar a frotarse, a los pocos minutos comenzar, sintió el picaporte moverse, luego palmadas sobre la puerta y finalmente los gritos de Magdalena.
-Martín, abrí qué tengo que orinar.
-Espera.
Le gritó con violencia.
Y siguió masturbándose, con más fuerza, tenia que pasar algo al final, no sabia qué, pero algo debía sentirse, si era como descargar, se parecería a cuando uno meaba o cagaba, pensó.
Los golpes y el movimiento del picaporte siguieron, mientras su excitación aumentaba, hasta que eyaculó.
Martín que antes de eyacular sentía sensaciones jamas experimentadas, miro luego el liquido blanco, espeso y viscoso que tenia sobre su palma.
Se lavó las manos, y abrió la puerta, su tía lo empujó con violencia hacia afuera.
Se quedó en el pasillo, apoyado contra la pared, relajado, liviano.
Al salir del baño, Magdalena lo miró con furia, le agarro la muñeca derecha, lo más fuerte que pudo.
-Esas porquerías hacelas en tu pieza.
Gustavo sonrió más en forma incrédula que burlona, y le dijo:
-Es frotarse, boludo.
-¿Frotarse, qué?
-Qué va a ser, la pija.
-¿Ah y para qué?
-¿Vos sos o te haces, para sacarse las ganas cuando se te para, de verdad me estás preguntando semejante pelotudes?
-Por ahí es porque a mí casi nunca se me para.
-No sé, cada uno empieza a pajearse cuando tiene ganas, ya se te va a parar y te la vas a hacer.
Martín aprovechó un día que su tía había ido a comprarse ropa, se encerró en el baño, y frotó su pene, al notar que seguía flácido y que si frotaba con más violencia se le empezaba a paspar, cambió de táctica y comenzó a jugar con su pene, como cuando era chico, apenas dilucidaba alguna imagen muy difusa de esos juegos que le proporcionarán un placer extraño, pero prefirió no seguir, ya que los recuerdos ludicos, se transformaron en nostálgicos al recordar otras imágenes que evocaban a su madre, fingiendo escandalizarse, riéndose o tapándose los ojos, aunque no sabia cuanto de eso era real y cuanto imaginario.
Un día mientras veía una escena de telenovelas donde los protagonistas hacían el amor, sintió una erección y decidió ir corriendo hasta el baño, y comenzar a frotarse, a los pocos minutos comenzar, sintió el picaporte moverse, luego palmadas sobre la puerta y finalmente los gritos de Magdalena.
-Martín, abrí qué tengo que orinar.
-Espera.
Le gritó con violencia.
Y siguió masturbándose, con más fuerza, tenia que pasar algo al final, no sabia qué, pero algo debía sentirse, si era como descargar, se parecería a cuando uno meaba o cagaba, pensó.
Los golpes y el movimiento del picaporte siguieron, mientras su excitación aumentaba, hasta que eyaculó.
Martín que antes de eyacular sentía sensaciones jamas experimentadas, miro luego el liquido blanco, espeso y viscoso que tenia sobre su palma.
Se lavó las manos, y abrió la puerta, su tía lo empujó con violencia hacia afuera.
Se quedó en el pasillo, apoyado contra la pared, relajado, liviano.
Al salir del baño, Magdalena lo miró con furia, le agarro la muñeca derecha, lo más fuerte que pudo.
-Esas porquerías hacelas en tu pieza.
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