domingo, 21 de diciembre de 2014

La calle de lo inesperado /8)

Era lo más cerca que la realidad había estado de sus fantasías, un hombre más joven, que según le parecía, daba indicios de interesarse en ella.
Parece una de las novelas que leo, por fin se me hace realidad, a la vejez viruela, no tan vieja no soy, ni soy vieja todavía, hoy se puede decir que si una se cuida, y es sana, se mantiene bien hasta los 60, así que me quedan 4 años.
Además Damian, no es inalcanzable, si fuera un tipo de esos con un cuerpazo, y una cara preciosa, ni mucho menos diría que es un oportunista, pero ni él es lindo, aunque tiene un algo, ni tampoco me sacaría mucho a mí, podría conseguirse otra.
Espero no estar contando los huevos antes de que ponga la gallina...
Trato de desechar esa idea, quería pensar que era una especie de regalo, de justicia divina, o de sueño del que no quería despertarse, nunca había anhelado nada de ese tipo, siempre sus fantasías y su realidad, habían ido en lineas paralelas, nunca había ni siquiera pensado en juntarlas, sabía que no era linda, ni carismática, ni realmente inteligente, le faltaba ambición para aspirar realmente a algo, por eso toda su vida había optado por la opción que menos esfuerzo le suponía, por eso se había quedado viviendo con sus padres, se había casado con un conocido, hijo de la segunda mujer de su tío, Juan que no era muy diferente a ella, en ningún sentido, considero el matrimonio una forma de dejar de escuchar los comentarios a veces en broma y muchas y cada vez más veces en serio, que le hacia su padrastro sobre lo fastidioso que le resultaba tener que seguirlo manteniendo en su casa a los 31 años, que él no había querido tener hijos, como para que ahora tuviera que vivir toda la vida con uno, y menos cuando se estaba haciendo viejo, que ya conocía el paño, y que no pensaba esperar a hacerse realmente viejo y que Juan pudiera hacer lo que se le cantará las pelotas en su casa, y a él callarlo con cuatro gritos, antes él echaba a Juan, ahora que todavía podía.
La necesidad de Juan, se vio acompañada por la necesidad de Ines, era poco lo que se atraían, así que ambos tuvieron claro, sin decírselo que su matrimonio era más por conveniencia que por otra cosa, por muy ridículo, rancio y melodramático que pudiera sonar.
Aunque intentamos que eso funcionará, nadie puede habernos reprochado eso, los dos lo intentamos, hablábamos toda ni bien llegábamos del trabajo, preparábamos la cena juntos, y al principio hasta hacíamos el amor, bah amor, hacíamos que eso se pareciera al amor, pero era solo sexo pretencioso, no creo que él lo disfrutara, y yo menos, por suerte me avive pronto cuando medio se canso de tener sexo conmigo, y yo tampoco tenia muchas ganas, la verdad, y antes de hacer el papel de la esposa insistente y consoladora porque a su marido no se le para, me hice la boluda, y cada cuál por su lado.
Juan dejó de ayudarla ha preparar la cena, y ella dejó de hacérsela, por lo que cada uno comía cosas distintas en diferentes horarios, primero por el tiempo que tardaba cada uno en cocinarse, y luego a propósito, para no tener que verse, ni soportar ese silencio incomodo mientras cenaban.
Pasado unos meses, empezó a notar que él llegaba más tarde y que no se preparaba nada de cenar, enseguida se dio cuenta de que tenía una amante.
No, una esposa frustrada, bueno, casi todas lo son, pero cornuda consciente, no, basta, para estar frustrada me quedó como estaba, pero por lo menos no me dejaba ver la cara de boluda.
Se separó, y el trámite se convirtió en algo patético, la máxima pelea no fue entre Juan e Ines, sino entre el tío y padre de ésta, sobre todo porque Jun no tenia donde irse a vivir, su amante vivía en un departamento muy chico, y solo iba a darle espacio a Juan, cuando este pudiera ayudarla a pagar algo mejor, su padrastro no lo quería de vuelta en su casa, y el padre de Ines, tampoco quería que siguiera viviendo en la casita que tenia con Ines, ya que gran parte de la misma, la había pagado él.
Por suerte la casa se vendió rápido, y en el tiempo que transcurrió mientras eso pasaba, el tío de Ines, le ayudo a Juan a pagar el alquiler de un departamento más grande para que pudiera vivir con su ex amante y actual pareja.
Ines, probó quedándose unos días en la casa, más por hacerle la contra a Juan, qué decía que si él no podía quedarse ella tampoco, que por lo que verdaderamente le  importará la casa, en ese momento se dio cuenta que odiaba vivir sola, más que vivir con sus padres, que en el casi año que durará su matrimonio y viviera allí, no había convertido esa casa en su casa, la mayoría de los muebles, los había elegido su madre, el material de la casa, su padre, y un poco su tío, nunca le había comprado si quier un cuadro con alguna reproducción famosa, o un adorno qué realmente le gustará o le resultará gracioso o simpático de alguna forma, nada, Juan tampoco había hecho notar su personalidad en la casa.
Bueno, ni en mí, yo ni sé como es realmente ese, ni él sabe como soy yo.
En esos días, también se dio cuenta, que no quería vivir sola, la aburría llegar a su casa, y saber que no había nadie, que la única presencia allí, era la suya, y al no haber desarrollado ninguna identidad con ella, se sentía fuera de lugar, extraña, como una especie de usurpadora.
Volvió a la casa de sus padres, donde estos no mostraron más que una tibia resignación, ambos se habían intuido que todo terminaría así, aunque por un tiempo se auto engañarán, creyendo que no.
Ines, las pocas veces que solía pensar en su fracasado matrimonio, recordaba el hecho de que este fuera por conveniencia, y que el mismo había resultado tan patético como se escuchaba, pero ahora tenia miedo que sus nueva situación, fuera en cierta forma, igual a la anterior.
¿No me estaré haciendo una película, y termine como una vieja caliente, y este me vaya a dejar sin nada?
No sé supo contestar, tampoco quería hacerlo, por ahora solo deseaba seguir fantaseando en la incertidumbre. 



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