domingo, 9 de marzo de 2014

Adiós a una vida /6)

Los departamentos que encontraron acordes a sus sueldos y no asus gustos, eran pequeños, más si querían unos que tuvieran gas, cloacas y sobre todo asfalto, por lo que ambos consiguieron departamentos, con esas instalaciones más el asfalto, pero que eran apenas una habitación pequeña, donde solo quedaba un metro de largo si se colocaba una cama de dos piezas, un baño diminuto, y unas cocina cuya proporción mediaba entre la del dormitorio y el baño.
El de ambos era similar, ya que la agencia que contrataron tanto para que les consiguiera los departamentos, como para que les pusiera en alquiler la casa, tenia todos los departamentos del señor Leyrado, que se especializaban en ser 2 departamentos pegados, con fondos separados, también pequeños, y un frente común, que tenia unos 3 metros de largo hasta la vereda.
Decidieron que como no podrían llevarse la mayoría de los muebles lo mejor era venderlos y comprarse otros, por lo que el domingo ambos contrataron a un camión que les llevara todos los muebles, el ver como los hombres los cargaban les hizo sentir una fuerte nostalgía por cada objeto comprado, el por qué de cada uno, ahora siendo manipulados de forma mecanica, iban perdiendo su razón de ser, esa perdida, dolía, ya que no solo sus cuerpos y ojos se habían acostumbrado a los mismos, y cada cosa tnia su anecdota particular, lo sentían parte de ellos, y esa parte se iba muriendo con cada carga.
 La agente inmovilizaría, cuando les entregó las llaves de sus nuevos departamentos, a los cuales lo único que los diferenciaba era la dirección de los mismos, les dijo que no necesitaban volver a la casa, que ella pasaría a limpiarla, pero Mariana insistió en hacerlo ella, y Román se ofreció a ayudarla.
-Bueno, vos barre, porque a pasar el trapo y encera el piso nunca aprendiste, no sé como vas a hacer ahora.
-Para qué hacerlo, con barrerlo ya esta.
-Nunca nos pusimos de acuerdo en eso.
-Y en tantas otras cosas, bueno, me voy.
-Esperate un ratito, no me quiero quedar acá sola, me da no sé qué.
-Bueno, pero donde me pongo para no pisotear.
-Ahí, al lado de la puerta de entrada.
-Okey.
Mariana paso el trapo y luego encero lo más rápido que pudo, sabiendo que sería la última vez que lo hiciera, ya que en ese rato se había arrepentido de hacerlo, solo por pensar en lo que los demás dirían de ella si encontraban el piso sucio.
Al salir, se encontraron con el cartel cartel de acero, sostenido por un palo con la inscripción.
SE ALQUILA.
Las letras grandes, rojas sobre un fondo amarillo, resaltaban de forma absolutamente incompatible sobre el jardín del frente, al lado de las rosas.
Contemplaron por un instante la casa, sintiendo que ese cartel era la lapida de su matrimonio.

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