sábado, 20 de abril de 2013

La vida y la muerte de Alejandro Suárez /2)

No solía tener gestos románticos, y eso era una de las cosas que le gustaba de él, ya que siempre le había parecido cursis y falsas esas demostraciones de amor, sentía que el amor se demostraba de otra forma, más autentica y menos obvia.
Pero cuando Alejandro miro para todos lados y arranco una rosa de la plaza, la conmovió, no tanto por la rosa, que ni siquiera era su flor preferida, sino por el gesto, el verlo a él haciendo eso, ver su rostro cuando se la entrego, y como luego fueron tirando los pétalos de la rosa sobre sus cabezas o metiéndoselos en la boca y pasandoselos el uno al otro, el extraño y agridulce sabor de los pétalos.
En ese momento ambos había amado estar el uno junto al otro, estar ahí, sentirse, quererse, ya hacia 4 años de eso, y todo había cambiado, sentía que esa chica que viviera ese momento en nada se parecía a ella, el tiempo era tan engañoso, parecía que hacia mucho más, Belén se sentía tan distinta, no culpable, ya que sabía no tenia nada que reprocharse, pero si le dolía y se reprochaba su falta de vitalidad.
Se miro la palma de la mano, acerco la hoja de una tijera y se hizo un corte rápido y limpio, cuando vio la sangre brotar, empezó a calmarse.

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