El primer día les hizo la cena, pero se encargo de decirles que era el último, ya que ella llevaba una dieta a base de frutas y verduras, nada de pastas, carnes de ningún tipo o cualquier cosa que tuviera grasas.
Los 3 le echaron una mirada llena de reproche, pero Mercedes decidio devolverla con la misma carga, se dijo y pensaba decirlo en voz alta si alguno de ellos le decía algo, que no estaba para ser sirvienta de nadie, que ahí estaban viviendo los 4 solo hasta que se vendiera la casa, nada más, y que si querían algo que lo fueran a buscar, y si querían comer, que se prepararan lo que necesitaran, y que a ella la dejaran de joder, que era una mujer grande de 61 años, y no estaba para aguantarse más que a si misma.
1 kilo de cocaína, no le podía tanto vender eso en una ciudad relativamente pequeña como esa, la cuestión era saber donde, y a quien.
Tendría que conseguir la coca por otros medios, había conocido a uno en un boliche que se dedicaba a eso allí, lo tenia que ver, se levanto a las 10, y salio, el día estaba nublado y fresco.
Como era que me dijo que se llamaba...Lucas era no, si Lucas, y vivía en Cervantes y Luna, si esa era.
No estaba lejos de ahí, camino, odiaba caminar, epro había tenido que vender la moto, por lo que hasta no conseguir una neva, no le quedaba de otra.
La casa era vieja, y parecía que en cualquier momento se venía a bajo, toco la puerta que al igual que para estar a tono con la casa se estaba pudriendo, hacia un sonido raro, y le pareció que si golpeaba más fuerte lo más probable era que hiciera un agujero en ella, decidió no intentarlo y espero, sintió que alguien se acercaba al momento, el ruido de unas llaves dentro de la cerradura, y vio la cara de Lucas.
-Boludo que haces a esta hora, es madrugada para mi.
-Perdona...Lucas, pero no podía dormir.,
-Y te viniste a joderme a mi?
-Bueno che, esto no es algo con horario fijos.
-Como sea, que queréss.
-Estoy viviendo acá con mi tía, bueno no importa, la cosa es que me voy a quedar un tiempo acá y quería saber si podemos...
-Entra...
Ya 36 años, le costaba creer que se había pasado más de la mitad de su vida metida en la municipalidad, su puesto era uno de los pocos que no dependía de los cargos políticos, por lo que había visto a varios compañeros cambiar, cuando era elegido otro intendente, a ella como era eficiente, y se encargaba de demostrar sus simpatías políticas, nadie la había echado.
Al contrario todos los intendentes le habían ido aumentando el sueldo.
Viendo el lugar si había cambiado bastante exteriormente, las paredes que cuando ella llegara eran de un suave color verde, después había sido de un celeste también muy suave, luego amarillo, después blanco, hasta ser como ahora un color crema que para ella era el mejor que ese lugar había tenido.
Igual habían cambiado las maquinas de escribir que cuando ella había llegado estaba viejas eran de los años 40, grandes, pesadas, y negras, donde costaba hundir el deo, había tenido que sacrificar sus uñas largas por miedo a que se le rompiera o se le enganchara una en el teclado.
El ruido tan característico que estas hacían, hasta que unos años después el intendente electo, las cambiara por otras mucho más practicas, hasta que una década después empezaran a llegar las computadoras.
Ese año se jubilaba, podría haberla pedido varios años antes, pero había preferido tener antigüedad, además aunque sonara miserable, había esperado que su madre muriera para hacerlo, ya que sabía que sino su vida estaría ligada a ella en todo momento, el trabajo era el único lugar y momento donde se sentía diferente a ella, donde era Mercedes y no la hija de Cata.
Los 3 le echaron una mirada llena de reproche, pero Mercedes decidio devolverla con la misma carga, se dijo y pensaba decirlo en voz alta si alguno de ellos le decía algo, que no estaba para ser sirvienta de nadie, que ahí estaban viviendo los 4 solo hasta que se vendiera la casa, nada más, y que si querían algo que lo fueran a buscar, y si querían comer, que se prepararan lo que necesitaran, y que a ella la dejaran de joder, que era una mujer grande de 61 años, y no estaba para aguantarse más que a si misma.
1 kilo de cocaína, no le podía tanto vender eso en una ciudad relativamente pequeña como esa, la cuestión era saber donde, y a quien.
Tendría que conseguir la coca por otros medios, había conocido a uno en un boliche que se dedicaba a eso allí, lo tenia que ver, se levanto a las 10, y salio, el día estaba nublado y fresco.
Como era que me dijo que se llamaba...Lucas era no, si Lucas, y vivía en Cervantes y Luna, si esa era.
No estaba lejos de ahí, camino, odiaba caminar, epro había tenido que vender la moto, por lo que hasta no conseguir una neva, no le quedaba de otra.
La casa era vieja, y parecía que en cualquier momento se venía a bajo, toco la puerta que al igual que para estar a tono con la casa se estaba pudriendo, hacia un sonido raro, y le pareció que si golpeaba más fuerte lo más probable era que hiciera un agujero en ella, decidió no intentarlo y espero, sintió que alguien se acercaba al momento, el ruido de unas llaves dentro de la cerradura, y vio la cara de Lucas.
-Boludo que haces a esta hora, es madrugada para mi.
-Perdona...Lucas, pero no podía dormir.,
-Y te viniste a joderme a mi?
-Bueno che, esto no es algo con horario fijos.
-Como sea, que queréss.
-Estoy viviendo acá con mi tía, bueno no importa, la cosa es que me voy a quedar un tiempo acá y quería saber si podemos...
-Entra...
Ya 36 años, le costaba creer que se había pasado más de la mitad de su vida metida en la municipalidad, su puesto era uno de los pocos que no dependía de los cargos políticos, por lo que había visto a varios compañeros cambiar, cuando era elegido otro intendente, a ella como era eficiente, y se encargaba de demostrar sus simpatías políticas, nadie la había echado.
Al contrario todos los intendentes le habían ido aumentando el sueldo.
Viendo el lugar si había cambiado bastante exteriormente, las paredes que cuando ella llegara eran de un suave color verde, después había sido de un celeste también muy suave, luego amarillo, después blanco, hasta ser como ahora un color crema que para ella era el mejor que ese lugar había tenido.
Igual habían cambiado las maquinas de escribir que cuando ella había llegado estaba viejas eran de los años 40, grandes, pesadas, y negras, donde costaba hundir el deo, había tenido que sacrificar sus uñas largas por miedo a que se le rompiera o se le enganchara una en el teclado.
El ruido tan característico que estas hacían, hasta que unos años después el intendente electo, las cambiara por otras mucho más practicas, hasta que una década después empezaran a llegar las computadoras.
Ese año se jubilaba, podría haberla pedido varios años antes, pero había preferido tener antigüedad, además aunque sonara miserable, había esperado que su madre muriera para hacerlo, ya que sabía que sino su vida estaría ligada a ella en todo momento, el trabajo era el único lugar y momento donde se sentía diferente a ella, donde era Mercedes y no la hija de Cata.