martes, 21 de junio de 2011

Los hilos de Enilse /6) Las cicatrices de los recuerdos.

Si le preguntaba ¿cada cuantos meses lo hacia? o cada cuantas semanas, no abría sabido responder, simplemente a veces tenia la necesidad incontenible de ir a la última puerta del ropero y ponerse el vestidos de novia.
Era un vestido barroco, con una larga cola y un hermoso bordado en el escote, ella lo había diseñado y bordado.
Ponérselo le recordaba a él, a Fernando.
El único, que la había besado, tocado, hecho el amor.
Solo conocí tus manos, tus besos, tu lengua, tu respiración, tu saliva, tu cuerpo, tus susurros.
Se miraba en el espejo de cuerpo entero que tenía en la pieza, antiguo como todas las cosas de su casa, repleta de lamparas y muebles comprados en remates, parecía un museo, o una casa de antigüedades.
El romance con Fernando duró el mismo el tiempo que había tardado en diseñar y confeccionar su vestido, lo conoció cuando volvía del taller corte y confección, él estaba fumando en la puerta de un almacén donde ella había ido a comprar caramelos, le sonrió, y ella le devolvió el gesto, le preguntó si la podía acompañar a la casa y ella le dijo que si, al llegar a la puerta él la invito al baile del sábado y ella acepto, al final del baile la beso, desde ese día se rebeló contra su madre, no la ayudaba con los quehaceres de la casa, y cuando llegaba una visita se escapaba por la ventana de su pieza para verse con Fernando, él se volvió más dominante, le decía como vestir, como caminar, como pintarse, como y donde tocarlo, y que cosas le tenia que hacer, y qué cosas se tenia que dejar hacer, dos o tres veces le pegó, siguieron por seis meses en secreto, él le prometía que se casarían y se irían del pueblo en su moto, que él trabaría por temporadas en diferentes lugares y que recorrerían el país, y si ella lo seguía, toda América.
Un día llegó del baile sangrando.
- ¿Qué te pasó?
- ¡Nada!
-No me grites mocosa de mierda.
-Me caí.
Lo dijo irritada y a punto de llorar.
-Quien te hizo esto, habla.
-Nadie.
-Habla.
-Mi novio.
-¿Novio?
-Si mama, novio, y me acosté con él.
-Como podes ser tan infeliz, si no tuvieras la cara rota te la rompía yo.
-Me voy a ir con él, mamá, así no te veo nunca más.
-Ah sí, para qué, para que te llene de hijos, para ser sirvienta, o para ser una puta, vos de acá no salís por un mes, y ya me estás diciendo el apellido de ese hijo de puta.
Enilse le insistió hasta lograr que Estela le dijera el apellido, su padre y unos amigos lo golpearon hasta dejarlo inconsciente, Estela le envió varias cartas que le fueron devueltas sin abrir, al poco tiempo Fernado se casaba con una chica menor de edad que estaba embarazada.
Siempre que se ponía el vestido llegaba a ese punto, se lo sacaba frustrada, y enojada, se colocaba una bata, y se reclinaba en su silla mecedora.

Despertar y no tener que ir a levantar a los chicos, ni prepararles el desayuno, le extrañó, y lo sintió antinatural, la casa de su hermana era mucho más grande y solitaria que la suya, ésta le había dejado café preparado, y una nota que decía que un potencial cliente había querido ver una casa temprano.
Conduciendo hacia el trabajo se desvió y estacionó a media cuadra del jardín, ahí estaba Daniel, despidiendo a los chicos, dándole un beso a cada uno en la mejilla, cosa que ella nunca hacia, después los mellizos se volvieron varias veces a saludarlo con la mano, él les tocó bocina y esperó a que los dos entrasen.
Ella no solo nunca los besaba, sino que les hacia señas no de saludo, sino de que se apuraran para entrar, y ni bien los veía llegar adonde estaba la maestra, arrancaba.

Los trabajos de remodelación en el edificio de la secretaria de cultura, debían estar terminados para el bicentenario, pero se habían retrasado, estaban a finales de Octubre y ellos junto con la secretaria de cultura y la de salud estaban metidos en un salón de la municipalidad.
Oscar no tenia problemas, él se llevaba bien con todos, la secretaria de salud le preguntó si le podía dejar unos folletos un ratito hasta que encontrara a la gente del plan trabajar asignadas para que los repartieran.
Al ver los folletos por la prevención del H.I.V recordó una anécdota con su madre que nada tenía de didáctica, sintió que se ahogaba, algo similar a los que sintiera veinte años atrás...





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