miércoles, 15 de junio de 2011

Los hilos de Enilse/5) Los hijos de los hijos.

Terminó su cerveza, y salió del tugurio, su casa quedaba a pocas cuadras las recorrió lentamente, al llegar le costó poner la llave en la cerradura, después de entrar abrió las ventanas, pensó con bastante fastidio las fechas en las que estaban principios de diciembre, últimos días de primavera primavera, el calor más la humedad invadían la pequeña casa, prendió el televisor, bajó el volumen, a los pocos minutos se quedó medio dormido en el sillón, lo despertaron las ganas de orinar.
Cuando estaba lavándose las manos...
-Papá está muy fría.
-Mira así se mezcla porqué si dejas que salga solo la caliente después se te queman las manos, nunca por más frío que haga abras solo la canilla del agua caliente.
-Pero sale fría.
-Espera.
-Ahí está linda.
-Viste.
El jabón era de la misma marca diseño y color, que el usaba para enseñarle a su hijo a lavarse las manos.
Saúl se llevó la mano a la nariz y se le hizo una burbuja parecida a la que se le formaba cuando le rozaba la nariz más de veinticinco años atrás.
La cara que le devolvía el espejo en ese momento, nada tenía que ver con la actual, sus pómulos se habían vuelto rojos, su pelo escaso y canoso, y la admiración y ternura que su hijo sintiera por él, se habían transformado en resentimiento.
Sintió algo amargo en la comisura de los labios, era una lágrima, se sonrió, ya no recordaba el tiempo que hacia que no lloraba, se lavó la cara y respiró profundamente tratando de ahogarse en el olor del jabón y los recuerdos que este le traía.

-No me gusta hablar de esto.
-Martina, dejate de joder, y habla.
-Yo no tendría que sentirme así, o sentir algo así, no sé como expresarlo.
- ¿Qué cosa, el no querer estar con los chicos?
-Ojala fuera solo eso, es que no siento nada bueno hacia ellos, es...no sé como decírtelo, bronca, si ya sé, soy una mierda, pero me molesta estar con ellos, tener que levantarlos, vestirlos, darles de comer, llevarlos a la escuela.
Sonó el teléfono.
Rebeca atendió, eran de la inmobiliaria, trató de contestar con monosílabos, pero la empleada largaba una pregunta tras otra.
Martina se levantó y se fue.
Manejó hasta la plaza, y se sentó en un banco aislado, rodeado por los arboles.
No quiero tener hijos, era algo que se decía a sí misma desde adolescente, y cuando conoció a un hombre que pensaba igual, había creído encontrar la felicidad.
Su madre la miraba con expresión de reproche, y le decía que las parejas sin hijos eran inútiles.
-Me gusta tener tiempo para comprarme buena ropa, zapatos, y sobretodo poder usarlos, ir al gimnasio, al salón de belleza, que las uñas me duren unos cuantos día pintadas, y estar con mi pareja, los chicos arruinan todo, empezando por el sexo, que una vez que nacen los chicos desaparece como por arte de magia.
Los chicos matan todo, si dieran otra cosa a cambio, no sé, no estoy muy segura.
Al llegar a los treinta sus compañeras de trabajo devenidas en sus amigas, y en madres, la miraban raro, se sentía extraña cuando en las caras de éstas veía reflejada la misma expresión que en la de Enilse.
- ¿Y qué esperabas?
-Ni Estela, ni Oscar tienen hijos.
-Ja buenos ejemplos fuiste a buscar. Además qué querés, ser una solterona como Estela?
-Yo no soy ninguna solterona, y no tengo hijos porqué no quiero.
-Las mujeres que no tienen hijos es porque no pueden, no me vengas con cuentos, o son tortilleras o solteronas como tu hermana.
Dejate de joder Martina, te va a dejar el tipo con el que estás.
-Él tampoco quiere tener hijos.
-Ah qué lindo, qué moderno, mira yo no creo en todas esas pavadas del feminismo, la mujer que no tiene hijos, es una mujer incompleta.
-Por favor mamá, no digas estupideces.
-Es la verdad.
Esas charlas y el hecho de sentirse excluida con sus amigas, quienes se la pasaban comentando de las primeras palabras, los primeros pasos, el primer diente que les había salido a sus hijos, o de la pequeña ropa comprada.
Comenzó a verse como una persona superficial y vacía, le propuso a su pareja tener un hijo.
-Ya hablamos de eso, además me parece una reverenda pelotudez que quieras tener un hijo porque tus "amigas" los tienen.
Se separaron, recordaba la mirada de reproche de él al irse, se sentía traicionado.
Se casó con Daniel pensando solo en el hecho de que sería un buen padre, a los seis meses quedó embarazada, odió que fueran mellizos.
-Mira si termina como Agustín.
-Claro, Agustín termino así porque era mellizo, entonces vos por qué no fuiste o terminaste como el.
-Ya sé que es una estupidez, Rebeca, pero decime vos por qué tenían que ser mellizos, encim una nena y un varón.
-Mira por lo poco que he oído, es mas probable que nazcan mellizos si uno de los padres vienen de una familia donde han nacido otros que en una donde no ha nacido ninguno.
-Pero justo me tenía que tocar a mí.
A los pocos días de nacer los mellizos, apenas dormía, estaba ojerosa y le dolían las tetas, inventó que no podía seguir dándoles de mamar, los meses que le concedieron a su marido en el trabajo, fue él quien se ocupó de darles la mamadera, de cambiarlos, de bañarlos, de ayudarlos a vomitar.
Cuando se hicieron más grandes y comenzaron a agarrarle los zapatos, o los vestidos si los dejaba sobre la cama, lo único que la relajaba era pensar en agarrar el auto e irse lejos y no volverlos a ver.

Se levantó del banco, volvió a su auto y condujo hasta su casa, los chicos estaban en la escuela, su marido acababa de llegar del trabajo.
La miró con cansancio y cierto resentimiento.
-Qué querés Martina.
-El divorcio, quiero irme de acá, estar lejos de vos y de los chicos.
Mil veces había pensado en ese momento, en decirle esas mismas palabras, ahora que lo había hecho sentía alivio, mezclado con una tensión absoluta.

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