martes, 24 de mayo de 2011

Los hilos de Enilse./2) El café o la deseada confirmación.

El tintinear de las cucharas se mezcló con el grave sonido de las sillas al sentarse los cuatro. Rebeca primero puso la bandeja sobre la mesa y después repartió las tazas.
Estela: Mama no tenia tazas grandes.
Rebeca: Son de casa, las traje para el velorio, las galletitas también sobraron de ahí.
Estela: Parece que hubiera sido una fiesta.
Rebeca: Es un evento (si querés darle un nombre) donde se junta gente, da hambre, y hay que darle algo a los que están ahí, después de todo estuvieron por nosotros, ya que los conocidos de mama están casi todos muertos.
Saúl agarro un puñado de galletitas y las puchó varias veces en el café tanto que se terminaban rompiendo antes de llegar a su boca, agarraba la cuchara enojado, para llevarse los aguados restos a la boca.
Saél: éstas cucharas de mierda no se traen para cuando servís en estas tazas, tráeme una mediana.
Rebeca: Si no te gusta esa anda a buscar otra vos, no soy tu sirvienta.
Saúl decidió terminarse de un sorbo el café restante, y correr la taza para el medio de la mesa.
Saúl: Hacela corta Rebeca, querés, nos hiciste venir acá para hablar de la casa.
Rebeca: Espera que los demás terminen el café.
Estela ni siquiera había agarrado la taza o alguna galletita, su mirada la mantenía fija en el mantel.
Martina que estaba a dieta, había agarrado una galletitas dividiéndola en tres pedazos, dos de los cuales dejó al lado de la taza, y al tercero lo tenía sostenido con el dedo índice mientras usaba la uña del pulgar para que del trozo de galletita solo quedarán diminutos granitos bajo su mano y algunos sobre la uña del pulgar.
Oscar también dividía en pequeños trozos las galletitas, pero no para demolerlas luego con su pulgar, sino para tragarlas, Rebeca notó que no mascaba solo se metía los trozos de galletita y los tragaba como si fueran cápsulas.
Al ver que el resto  de sus hermanos, exceptuando Estela, tenían las tazas vacías, Saúl miró a Rebeca.
Saúl: Empeza.
Rebeca hubiera querido levantar las tazas y repasar la mesa pero decidió darle el gusto a su hermano, y evitar una pelea.
Rebeca: La voy a hacer corta, ¿qué vamos a hacer con la casa?
Saul: La vendemos, la alquilamos o la tenemos para que junte telarañas, por mí que se venda.
Martina: Si, esta bien, listo, ya me puedo ir.
Estela: ¿Quién te persige?.
Saúl: La que nunca te va a perseguir a vos, la vida.
Estela: Que se venda, así terminamos con la farsa de que somos una familia.
Rebeca: Oscar.
Oscar: Me...parece ...bien...si está bien.
Saúl se fue, diciendo un hasta luego general. Martina besó a todos sus hermanos y les prometió que los iba a llamar, Oscar se levantó, saludó a sus hermanas se ofreció a quedarse y ayudarlas a barrer o a buscar algún papel que necesitaran para la sucesión.
Rebeca: No te preocupes, mamá tenía todo en una caja blanca, anda a dormir, mira como estas.
Oscar: ¿Segura?
Rebeca: Andá.
Oscar trató de digerirle a su hermana una tenue sonrisa, pero recordó la muerte de su madre y le pareció una mueca grotesca, contrajo los labios hasta que dio media vuelta y encaró para la puerta.
Rebeca terminó de lavar las tazas, mientras Estela sin que ella se lo pidiera o ésta se hubiera ofrecido, se los había secado, envuelto las tazas en papel de diario, y guardado en la bolsa de papel en la cual las había traído.
Rebeca: Qué buena samaritana, te pasa algo?
Estela: ¿Te molesta que te ayude?
Rebeca: Si querías que me fuera, me lo decías y listo, cerra todo cuando te vayas.
Estela: Yo sé lo que tengo que hacer.
Rebeca: Después de ver los papeles te llamo.
Rebeca agarró la bolsa de papel con las tazas, y se fue.
Estela miró hacia la puerta, puso el ojo sobre la mirilla para ver si su hermana ya estaba en el auto, cuando ésta arranco, volvió al comedor, se acerco a la mesa y quito violentamente el mantel como si quisiera arrancarlo.
-Estás muerta mama, muerta.
La forma en que esas cuatro palabras salieron de su boca, eran una mezcla de sorpresa, alegría, expectación, e incertidumbre.

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