martes, 17 de mayo de 2011

Los hijos de Enilse 1) Precedida/Sucedida.

Desprendía de las ramas las naranjas de mejor color y las colocaba en su floreado delantal, una de las cosas que más orgullo le hacían sentir a Enilse era su jardín, al entrar en este se encontraba con naranjos, un limonero, mandarino, y una gran parra sostenida en cuatro delgados pilares donde se enlazaban sus troncos, a pocos metros cercanas al paredón estaban los rosales, con rosas blancas, amarillas, rojas y rosas, y también jazmines, eran sus dos flores preferidas.
Junto con el par de naranjas que había guardado en el bolsillo de su delantal, colocó un limón ya que pensaba almorzar milanesas, después de desprender el limón sintió que se ahogaba seguido por un fuerte dolor en el brazo, se apoyo en uno de los pilares debajo de la parra, y con gran esfuerzo  camino los pocos metros que le faltaban hasta llegar a la puerta del lavadero, el sonido del lavarropas la perturbó, y volvió a atacarle el dolor, y a sentir que se ahogaba, camino unos metros más, llegó hasta la cocina y ahí cayó de rodillas ante la tercer puntada, pero no estaba muerta se sentía ahogada y supo que iba a morir, pero el momento no llegaba.
Cuanto...cuanto, no aguanto más.
Apenas podía respirar, la puerta del comedor estaba abierta y ella mirando hacia allí, fijo sus ojos en los porta retratos que más que ver imaginaba, recordó a sus seis hijos y el momento de sus nacimientos.
Todos se veían iguales, rosados, pequeños, indefensos.
El dolor y la asfixia se profundizaron unos segundos más, hasta detenerse.

Después del entierro decidieron ir a tomar un café.
-Cuando hay un muerto o un enfermo grave,  lo mejor es servir café y si es posible galletitas, por que  nunca sabes que decir.
Tenias razón mama.
Rebeca fue a la cocina, tomó la pava quedándose con ésta en sus manos unos momentos y recordando que la anterior mano que la había sostenido era la de su madre, despejó ese pensamiento y abrió la canilla.
Saúl salió afuera a fumar, se sentía extraño estando en esa casa sin que su madre estuviera en ella.
La más parecida, se dijo mientras su rostro se reflejaba en el vidrio del porta retrato con una foto de su madre, cuando ésta tenia aproximadamente la misma edad que Estela.
-Un ratito Daniel o querés que me escape, dales chocolatada y las galletitas...en la segunda puerta de la alacena Daniel, yo todos los días y además trabajo querido, chao.
Martina apagó su celular y exhaló un débil suspiro.
Oscar miró a sus hermanas pensando en alguna frase que decirles, pero sintiendo que cualquier palabra que emitiera iba a ser inadecuada o a sonar a frase hecha, prefirió ser el primero en sentarse a la mesa y esperar el café.


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