No tenía carrera, nadie contrataría al protagonista de uno de los grandes escándalos mediáticos argentinos de la última década, su imagen siempre estaría ligada a ese momento, y por lo único que lo convocarían en una posible entrevista laboral era para ver en persona al homosexual que había querido vivir de una pobre niña rica, al oportunista, al comprado por el padre.
No iba a tener otra opción que empezar de cero, aunque no sabía qué, ni con qué plata.
Por ahora lo único que quería era desaparecer, por eso se cortó el pelo casi hasta quedar rapado y después se lo tiñó de rubio platinado, no entendía por qué ese horrible y exagerado color estaba de moda entre los hombres, pero le servía para camuflarse, en el colectivo de larga distancia que tomó, se encontró a otros 2 con el mismo color.
Llegó a Córdoba 10 horas después, y de ahí tomó otro colectivo a Calamuchita, pagó un hotel, el más barato que encontró, porque no quería verse obligado a interactuar con nadie en un hostel.
Benjamín, se enceró en el cuarto, de paredes azules repleto de cuadros con paisajes de las sierras, todos cursis y chillones.
Se miro al espejo, estaba más flaco, más blanco, recordó que hacía semanas no iba al gimnasio, y tampoco se bronceaba, ni se había depilado las cejas para que no se le transformaran en una sola, realmente no parecía el mismo.
Ahí podría quedarse como mucho 1 mes, había vendido su auto, la mayoría de sus trajes, 2 pares de zapatos y un reloj de oro.
No era que si pasaba del mes se quedaría sin 1 peso, pero tampoco quería llegar a ese extremo, además no seguiría en Calamuchita, pasaría ahí 2 o 3 días y de vuelta a Cordoba y de ahí, no sabía, tal vez al norte. Se sonrió, siempre había odiado el norte, pero ahora lo buscaba, buscaba ese refugio que daba el saber que las pocas personas que se encontrara serían mochileros, en general extranjeros camino a Bolivia.
En Calamuchita se fue hasta el circuito de los lagos, se dejó embargar por el paisaje, no podía creer lo mal retratados que habían sido en los cuadros que colgaban de su habitación, con lo fácil que consideraba podría haber sido para el pintor calcar la belleza del lugar.
Ver los arboles, escuchar a los pájaros, el flash de los celulares y cámaras de fotos de los diferentes turistas.
Siguió viaje hacía el norte, y terminó en La Rioja, la ciudad era fea y pequeña, siguió hasta Catamarca, que como La Rioja, lo impacto por sus bellos paisajes naturales y lo insulsas y poco atractivas que eran sus ciudades capitales.
De allí partió hasta Jujuy, no sabía hacía donde seguir o volver, en un hostel, ya había dejado los hoteles por una cuestión presupuestaría, se encontró con unos universitarios que iban hasta San Pedro de Atacama, los acompañó hasta allí y de ahí tomó un colectivo hasta Iquique.
Pensó en quedarse un tiempo en la ciudad luego de escuchar que había bastante trabajo, hizo sus papeles, y empezó a trabajar de mozo.
Sabía que en la ciudad funcionaba la zona franca, y decidió que esa era su oportunidad de comenzar un negio.
No iba a tener otra opción que empezar de cero, aunque no sabía qué, ni con qué plata.
Por ahora lo único que quería era desaparecer, por eso se cortó el pelo casi hasta quedar rapado y después se lo tiñó de rubio platinado, no entendía por qué ese horrible y exagerado color estaba de moda entre los hombres, pero le servía para camuflarse, en el colectivo de larga distancia que tomó, se encontró a otros 2 con el mismo color.
Llegó a Córdoba 10 horas después, y de ahí tomó otro colectivo a Calamuchita, pagó un hotel, el más barato que encontró, porque no quería verse obligado a interactuar con nadie en un hostel.
Benjamín, se enceró en el cuarto, de paredes azules repleto de cuadros con paisajes de las sierras, todos cursis y chillones.
Se miro al espejo, estaba más flaco, más blanco, recordó que hacía semanas no iba al gimnasio, y tampoco se bronceaba, ni se había depilado las cejas para que no se le transformaran en una sola, realmente no parecía el mismo.
Ahí podría quedarse como mucho 1 mes, había vendido su auto, la mayoría de sus trajes, 2 pares de zapatos y un reloj de oro.
No era que si pasaba del mes se quedaría sin 1 peso, pero tampoco quería llegar a ese extremo, además no seguiría en Calamuchita, pasaría ahí 2 o 3 días y de vuelta a Cordoba y de ahí, no sabía, tal vez al norte. Se sonrió, siempre había odiado el norte, pero ahora lo buscaba, buscaba ese refugio que daba el saber que las pocas personas que se encontrara serían mochileros, en general extranjeros camino a Bolivia.
En Calamuchita se fue hasta el circuito de los lagos, se dejó embargar por el paisaje, no podía creer lo mal retratados que habían sido en los cuadros que colgaban de su habitación, con lo fácil que consideraba podría haber sido para el pintor calcar la belleza del lugar.
Ver los arboles, escuchar a los pájaros, el flash de los celulares y cámaras de fotos de los diferentes turistas.
Siguió viaje hacía el norte, y terminó en La Rioja, la ciudad era fea y pequeña, siguió hasta Catamarca, que como La Rioja, lo impacto por sus bellos paisajes naturales y lo insulsas y poco atractivas que eran sus ciudades capitales.
De allí partió hasta Jujuy, no sabía hacía donde seguir o volver, en un hostel, ya había dejado los hoteles por una cuestión presupuestaría, se encontró con unos universitarios que iban hasta San Pedro de Atacama, los acompañó hasta allí y de ahí tomó un colectivo hasta Iquique.
Pensó en quedarse un tiempo en la ciudad luego de escuchar que había bastante trabajo, hizo sus papeles, y empezó a trabajar de mozo.
Sabía que en la ciudad funcionaba la zona franca, y decidió que esa era su oportunidad de comenzar un negio.
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