sábado, 5 de agosto de 2017

Paraíso Accesible /15)

Como casi todas las ciudades grandes de Argentina, San Rafael era irregular, llena de contrastes, donde lo único homogéneo eran sus centenarios arboles, enormes, altos, gruesos, llenos de hojas.
Lo que la mayoría de los viajeros disfruto, fue el bidet.
Los llevaron a una fabrica de chocolate donde degustaron hasta descomponerse y compraron hasta vaciar sus ya flacos bolsillos, la mayoría tarjeteó, e incluyó más bolsas a las que ya formaban una pila al lado o dentro de los respectivos placares de sus habitaciones.
Algunos turistas se hicieron compañeros, en general gente que no eran de la misma ciudad, extraña camaradería que tenia fecha de vencimiento, y con lo que casi todos estaban cómodos, conocer nueva gente, escuchar los retazos de sus vivencias que estaban dispuestos a compartir, hacer lo mismo y luego olvidarlos, recordarlos solo para contarle alguna anécdota particularmente pintoresca o interesante a cierto familiar o amigo una vez de vuelta en la casa, y luego olvidarlos, o alguno que otro buscarlo en facebook, hacer sus "amigos" quizás alguno hasta mantendría un contacto real y se haría visitarían de vez en cuando, un domingo para compartir un asado, o un feriado para llevarles una pasta frola o una torta, o unas masas, sobre todo las señoras mayores, habidas de comunicación con otras de su edad, para olvidar un poco las escasas o interesadas visitas de sus hijos y nietos, y lograr un contacto que trascendiera el hecho de tener que abrir la billetera al final, como si se estuviera pagando un servicio.
Mara se comió todos los bombones de un caja de chocolates, y al rato los vomito todos.

Francisco se limitó a atarle una cola en el pelo, no la soportaba, no quería verla más, deseaba terminar el viaje y la vida con ella, que se ocuparan sus padres, que se ocupara ella misma, que madurara, que comprendiera, que se diera cuenta de la realidad de su realidad, de su persona, de sus problemas, que dejara de vivir a través de él.
Solo quedaba 1 día, pero el tiempo pasaba de una forma extraña, como cuando se tenía fiebre, que nunca se sabía si 10 minutos eran un hora, o varias horas diez minutos, todo era insoportable y raro, lleno de contrastes, molestias, incomodidades.
Aunque debía reconocer algo, el silencio, Mara no había hablado con él desde que pasaran la frontera, con otros si, no mucho, solo saludos o intrascendencias durante las comidas, para dar la falsa sensación de normalidad, normalidad en Mara...Bueno, qué era la normalidad, el promedio, y en eso no sabí hasta donde Mara lo era, tampoco es que fuera un ser demasiado particular, solo estaba enferma, era un pobre infeliz obsesiva compulsiva, que con un "buen" tratamiento, en unos años sería igual que las demás señoras que hacían el viaje, concentraría su libido en comprar electrodomésticos, ropa, zapatos, cosméticos en Chile, y en planificar otros viajes, a Córdoba, Calafate, Usuahía, Jujuy, Misiones, Río de Janeiro o Punta del Este.
Ojalá con eso lograra la tranquilidad, no la felicidad porque era una pretensión inútil que se tenía en la juventud, luego la gente maduraba y se resignaba a cierta conformidad y comodidad, a tratar de estar lo menos peor posible, a conocer o visitar diferentes paisajes que los aleje por unos días de su triste y monótona vida, olvidarse un poco de todo lo que no se tiene y nunca se tuvo y concentrarse en disfrutar de todo lo que el dinero puede comprar.
Y él, qué sería de él, como viviría luego de Mara, qué haría de su vida, de su soledad, ya no tendría a quien echarle la culpa de sus fracasos, no tendría quien lo atara, limitara, retuviera, sería libre, sin excusas para concretar...concretar qué, no sabía, qué sueños tenia, tantos, todos irrealizables, ideales estúpidos que ya nada tenían que ver con lo que él era ahora.
Quizás se limitara a lo que la mayoría de los hombres de su edad, teñirse, comprarse un auto, cuidarlo como si fuera un hijo, buscarse una mujer, si era posible más joven que él, y tirar los años que le quedaran, a lo mejor sin querer encontrarse con Mara en alguno de los viajes que cada uno hiciera por su cuenta, sonreírse de forma condescendiente y luego seguir con sus respectivas vidas, intentando olvidar y llenar con fotografías, paisajes, charlas banales, amistades esporádicas y servicios mediocres de hotel, el fracaso de su existencia. 
 



   

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