Otras veces le había dicho cosas parecidas, pero solapadas, y de una forma poco convincente, esta no, esta era la definitiva, lo sentía, no solo en su tono, sino en la imagen que en su mirada, en su actitud corporal, y sobre todo en la imagen que Francisco le devolvía, y lo sentía en su propio cuerpo, era el fin, la dejaría, se separarían, dejaría de dormir con él, de sentir su olor, de escuchar su voz, de tener su presencia a su lado, ya no podría ser su ladera, su sombra, su extensión, quería cortarla, dejarla, extirparla, quitársela de encima. Quiere matarme, hijo de puta, querés matarme, lo pensó, pero se reprimió con todas sus fuerzas de decirlo, no quería que él le dijera una mentira para calmarla, o un reproche para hacerla sentir culpable, quería mantener su furia, su bronca, su odio, y su decisión, la que acababa de tomar, si todo estaba terminado, entonces que así fuera, pero con ambos, querés que me muera, está bien, pero te vas conmigo, te moría acá, junto a mí, esto se terminó, pero todo, hasta la muerte, punto, ya está, ya está.
Se acercó a su cartera, fingiendo que buscaba un pañuelo de papel, y removió en su interior, sus dedos nerviosos toquetearon el labial, el delineador, una cadenita rota, un par de tickets, el cargador del celular, y por fin la tijera, siempre llevaba una para cortarse las puntas del pelo o para cortar los hilos, nunca usaba los dientes, ya que su madre la cacheteaba cada vez que lo hacia, usa la tijera le había repetido innumerables veces, y ahora esa frase se le antojó la indicada, la profética, la necesaria, usa la tijera, si una buena puntada en la yugular y Francisco moriría, no tenia que voltear a verlo después, solo la puntada, y luego dirigirla hacia su propio cuello y dibujarse una sonrisa, o mejor delinearla, porque ya estaba ahí, era la sonrisa de la felicidad, del reencuentro, porque aunque no hubiera cielo, ni infierno, si tenia que haber algo, aunque sea un momento después de morir, las almas antes de diluirse saldrían de los cuerpos sin vida y se unirían, una a la otra, si, eso tenia que hacer.
Abrió la tijera, se acercó a Francisco que estaba a pocos metros fumando sobre la ventana y expulsando el humo hacia el exterior, Mara, levantó el brazo derecho...
Se acercó a su cartera, fingiendo que buscaba un pañuelo de papel, y removió en su interior, sus dedos nerviosos toquetearon el labial, el delineador, una cadenita rota, un par de tickets, el cargador del celular, y por fin la tijera, siempre llevaba una para cortarse las puntas del pelo o para cortar los hilos, nunca usaba los dientes, ya que su madre la cacheteaba cada vez que lo hacia, usa la tijera le había repetido innumerables veces, y ahora esa frase se le antojó la indicada, la profética, la necesaria, usa la tijera, si una buena puntada en la yugular y Francisco moriría, no tenia que voltear a verlo después, solo la puntada, y luego dirigirla hacia su propio cuello y dibujarse una sonrisa, o mejor delinearla, porque ya estaba ahí, era la sonrisa de la felicidad, del reencuentro, porque aunque no hubiera cielo, ni infierno, si tenia que haber algo, aunque sea un momento después de morir, las almas antes de diluirse saldrían de los cuerpos sin vida y se unirían, una a la otra, si, eso tenia que hacer.
Abrió la tijera, se acercó a Francisco que estaba a pocos metros fumando sobre la ventana y expulsando el humo hacia el exterior, Mara, levantó el brazo derecho...
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