Pobre chica, la mucama, tener que elogiar la pieza de este hotel de mierda, que darle 3 estrellas es demasiado, con media se tendría que conformar, las paredes son de papel, escucho hasta la respiración del de la habitación de al lado, pero bueno, cuando no hay mucha plata, hay que conformarse con lo que se puede, y esto es lo que se puede.
Hernan se sentó sobre la cama, el colchón era duro, la colcha áspera, se quedó viendo el televisor.
Por lo menos el televisor es de los actuales, cierto que acá los electrodomésticos son más baratos, después de todo eso vino la mayoría, a ver si pueden comprarse un celular, una laptop o alguna mierda de esas, a las viejas no les van a alcanzar las manos para sostener las manijas de tantas bolsas.
Fernando pensó en ir a la playa, quería meterse en le pacifico, pero el sueño lo podía, por lo que se descalzó, corrió para atrás la colcha, y se metió en la cama, al minuto de haber apoyado la cabeza sobre la almohada, se durmió.
Usaba remeras de manga media, que le llegaran a cubrir hasta los codos, para que no se vieran los moretones que le dejaba en el brazo su marido, cada vez que la agarraba y la llevaba de un lado al otro, esa era el "único" hecho de violencia física que ejercía sobre ella, la violencia psicológica era la permanente, la que salía de su boca a cada momento, incluso a veces ni siquiera necesitaba palabras para expresarla, un suspiro, una interjección, mirada.
Mara era consciente de eso, pero también de que no quería ni siquiera imaginarse su vida sin él, no le importaba saberse rechazada, limitada, degradad por él, hasta a aveces sentía que le gustaba y se cuestionaba el que pudiera ser masoquista, ya que lo que más le dolía de Jorge, no eran sus reproches, sus insultos, sus burlas, sino las veces que este era indiferente, cuando prefería charlar con alguien, quien fuera, y le pedía a ella que se adelantara o que no fuera a donde él estaba a molestarlo, que se quedara por ahí, como una mascota, se desesperaba, tenia que pellizcarse la palma de la mano, hasta sentir el máximo dolor posible para tranquilizarse, e igual no lo lograba del todo, se agitaba, transpiraba, y le daban ganas de largarse a llorar o gritar, pero se contenía solo porque sabía cuál sería la reacción de él, primero los insultos, después las burlas y por último y más prolongado y doloroso, la indiferencia, no le hablaría por un día, no le contestaría absolutamente nada, dejaría de existir para él, por eso se aguantaba, prefería la indiferencia de medía hora, a la de 24.
El viaje lo había decidido él, Mara odiaba irse de vacaciones, porque Jorge se distraía con cualquier cosa, y le encantaba hablar con los demás pasajeros, no soportaba la atención que les ponía a estos, como los escuchaba, miraba, intercambiaba opiniones, a todos les caía bien Jorge, era carismático, conquistador, y ella bien lo sabía, así se había enamorado de él, por sentir que era lo más importante para él, y cada vez que lo veía y escuchaba ser así con otras personas, la angustia la invadía, porque la hacia sentir una más, no era la única a la que Jorge le hablaba, él era así, él hablaba así con todo el mundo, no solo con ella, entonces no la amaba, entonces no estaba con ella por amor, eso lo sabía, pero se lo negaba a sí misma, no podía encarar esa realidad, por eso disfrutaba de sus humillaciones, porque si él la despreciaba, entonces seguía provocándole algo, tal vez era su forma de querer, tal vez esa imagen que proyectaba hacia los demás de hombre encantador solo era una mascara y a los que él de verdad quería, como ella, si les mostraba la verdadera, la del hombre burlón, irritante, cínico, despreciativo.
Ese pensamiento la tranquilizaba a veces, y la hacia aguantar con cierta resignación los momentos (cada vez más frecuentes) en que él la ignoraba.
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