sábado, 24 de diciembre de 2016

La alargada sombra del molino /6)

Apoyo a Ana en un brazo y a Sofia en el otro, y las llevó hasta donde estaba Agustín.
Este tenía 1 año menos que ellas, pero era más alto, los 3 intercambiaron miradas, y se dieron salivosos besos.
Luego se alejó unos metros de ellos, y los dejó interactuar, los niños se miraban, Agustín le rozaba apenas con las yemas el pelo a Sofia, mientras que Ana miraba todos los juguetes que tenia Agustín, sobre todo un caballo de madera.
Esteban anhelaba que ellos pudieran tener una relación tan orgánica y familiar como la que él tenia con Estela, de 2 seres que habían querido algo que no se les había cumplido y al final encontraron el apoyo, cariño y comprensión en personas no con-sanguíneas.

Agustín se fue haciendo cada día más alto y más gordo, las niñas se fueron diferenciando entre si, sobre todo en el carácter, Sofia era tímida, aunque muy cariñosa una vez que entraba en confianza, Ana era más simpática, le encantaba hablar de todo lo que se le ocurría, unque sabia siempre callarse antes de resultar molesta, y para no perturbar a nadie se quedaba con sus muñecas, amaba todas y cada una de ellas, y dormía todos los días con una diferente, para no discriminarlas, según decía, pero en realidad era para que le siguieran comprando otras y no le dijeran lo mismo de lo que se quejaban sus compañeras de colegio, que si ya tenia una favorita, para qué querían otras, que se pondría celosa la pobre muñeca preferida.
Igual más que cualquiera de sus muñecas, ninguna le fascinaba tanto como la señora, que para ella era una mezcla de reina, bruja, hada, y todo lo que su imaginación proyectaba, la señora que apenas hablaba con ellas, que apenas las miraba, que solo cuando cumplía años o en las fiestas, mostraba una escasa y triste sonrisa, la señora elegante, la señora que siempre estaba maquillada, la señora no le interesaba nada que tuviera que ver con ella, y por quien Ana hubiera dado todas sus muñecas para poder estar en su regazo, para escucharla, quería aprender de esa señora, quería ser como ella.

Sofia por el contrario detestaba a Catalina, le alegraba que apenas veía y escuchaba a esa mujer que le resultaba por demás desagradable, recordaba cuantas veces le había dicho a Ana y a ella que no era su madre, que su madre había muerto, varios días seguidos había tenido pesadillas con su madre muerta, y todavía a pesar del tiempo seguía teniéndolas de vez en cuando.
También odiaba la absoluta indiferencia que mostraba con Agustín y con Esteban, aunque en ambos era reciproco, pero ella notaba que a Agustín a veces le dolía.
Desde que supiera que su madre había muerto, y una de las monjas del colegio la viera llorando y le dijera que su mama estaba en el cielo, se había vuelto muy religiosa, había intentado leer la biblia, pero no entendía casi nada de lo que en ella se decía, por lo que sus conocimientos de Dios, la virgen y los santos, provenía de las clases de catecismo, ya que tampoco le eran claros los sermones del cura los domingos en la iglesia.
Pero le daba paz y tranquilidad pensar que su madre había sido una elegida del señor, para ayudarlo en su tarea, que estaba con los ángeles observándola desde arriba, que allí irían todos los que hicieran el bien, y nunca se encontrarían con los que hicieran el mal, deseaba fervientemente acompañar a su madre, y que Catalina muriera y fuera al infierno, a veces se sentía culpable por tener esos malos pensamientos, más por las reprensiones que le daba el cura, pero volvía a tenerlos, y a veces se sorprendía de rezar para que a Catalina la partiera un rayo, la atropellara un auto, se cayera por las escaleras o le garrara esa rara enfermedad que volvía amarillas a las personas, y de la que casi nadie decía su nombre, como si fuera una mala palabra.



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