sábado, 12 de noviembre de 2016

Lo que hice de mí /24)

Acostarse y saber que no hay nadie al lado de la cama, tratar de dormirse sin escuchar la respiración del otro, no chocar contra su cuerpo en algún movimiento involuntario que se hace mientras se duerme, luego cuando te levantas y vas a preparar el desayuno, sacar 1 sola taza, hacer la mitad de las tostadas, y así el resto de las cosas, me costó tirar su espuma y su maquina de afeitarse, también su colonia, su ropa no, no tenia ninguna necesidad de ese espacio en mi ropero, además quería que permaneciera así los pocos años que me quedaran.
Lo único bueno de todo el asunto es que pude hacer mi duelo sola, tal vez porque los conocidos que tenia ya se habían muerto casi todos, y también porque no me costó nada convencer a mis hijos que me dejaran sola, la mayor me dijo si quería irme con ella unos días, le dije que no, y me contestó que muy bien, que la llamara si necesitaba algo.
Cosa que le agradecí, no por el gesto, sino por no apabullarme, dejarme sola, tranquila, llorando mi dolor, sin sentir esa vergüenza que se tiene al estar con algo, te cohibís y no podes expresar lo que sentís.
Hay gente a la que le encanta tener un hombro donde llorar, o que le estén dando pañuelos de papel y escuchando las anécdotas con el muerto, yo por suerte no soy de esas, esos muestras patéticas y teatrales me dan asco, dicen que al dolor cada quien lo lleva como puede, pues yo prefiero la soledad, que es el único estado en el que se puede reflexionar, sin pensar en que otra persona te está mirando, vigilando tus reacciones.
Llore mucho, vi innumerables fotos, releí las cartas que nos mandábamos de novios, me enoje con la vida y conmigo misma por todas las cosas que no había hecho con él, y luego me di cuenta que si seguía así me quedaban 2 caminos, me suicidaba o vivía para su recuerdo, ninguna de las 2 me pareció muy atractiva que digamos, por lo que decidí tratar de vivir los pocos años que me quedaran de la mejor forma posible, conocer algunos lugares que mis recursos me daban la posibilidad de conocer, lo que se dice darme ciertos mimos, y luego morir, que total si me enterraba ahora con él no le sumaba nada, Mauro estaba muerto, lo que habíamos vivido allí en mi recuerdo estaba, pero no iba a resucitar porque yo lo llorara de la mañana hasta la noche.

Y esa ha sido mi vida en estos meses, viajes, y cuando me quedó en casa escribir un poco de lo que he vivido, cosas que solo me interesan a mí, y que pienso quemar ya dentro de un ratito, porque no creo que tenga nada más para añadir. 

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