sábado, 22 de septiembre de 2012

Agnezzi /12)

Los años pasaban, Agnezzi cambiaba, crecía, la gente llegaba, más casas se construían, a los primeros habitantes del lugar les costaba creer que ya se abriera un segundo colegio.

Lorena se sonreía cada vez que veía el pueblo que llevaba su apellido, su padre nunca hubiera pensado en que se convertiría en una ciudad, el solo lo tomaba como algo de él, como un gran campo de su propiedad, solo había accedido a que se fundara un pueblo, para pagar menos impuestos, y ahora era esto, ese lugar que llevaba el nombre de alguien a quien nunca le había interesado que se convirtiera en algo más, era ya una ciudad, con 2 colegio, y a la que cada vez llegaba más gente, tanto que ese año elegirían a su primer intendente.

Francis se había quedado sola, durante los años de la secundaria de Luis, logro que este viajara a la ciudades más cercana, y no se quedara en un internado, pero a la universidad, si tuvo que desprenderse de él, eso no le dio tanto, como el ver la alegría de Luis, el muchacho trataba de disimularla, pero se veía la felicidad en sus ojos de irse de allí, de alejarse de ella, de su padre, y de el pueblo, nunca había hecho amistades en el colegio, se llevaba bien con todos, pero con ninguno tenía un trato en especial, luego de su niñez, había cambiado los techos por los libros, y se pasaba horas enteras en su habitación leyendo, o estudiando, cuando no en la biblioteca.
Ahora que él ya no estaba, Francis no tenía ganas de nada, solo escuchaba sus radio novelas, o leía, algo que le contagio de su hijo, ya que para tener temas de conversación con este, tomo ese habito, y cuando Luis terminaba un libro ella se lo pedía, lo devoraba, y lo comentaba con él.
Ahora seguía leyendo para después escribirle por carta, estas eran largas, por que Luis le pidió que no le enviara más de 2 por semana, ya que con los estudios era incapaz de tener tiempo de contestarsela, por eso estas eran largas, después de leer dedicaba por lo menos una carilla a comentarle la novela que estaba leyendo, y a pedirle que le dijera cuál era la que él leía para conseguirla, Luis se las contestaba, peor cada vez eran más cortas, lo único para lo que parecía esforzarse era para intercambiar con su madre comentarios sobre las novelas, ya que sobre el resto de las preguntas o comentarios que esta le hacía en la carta, apenas si le contestaba lacónicamente, estoy bien, si muy bien, gracias, no necesito nada más.


Sus hijos más grandes ya seguían el misma camino que ella, y su marido, el mayor tenía 22,  y 4 hijos, la que le seguía, 3, con 21, y el de 19, ya había embarazado a su esposa, todos casados antes de los 25, ninguno había hecho la secundaría, pero Mariana se prometió que los otros 4 la harían, y que por lo menos uno de sus hijos iría a la universidad, así le fuera la vida en ello.

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