sábado, 17 de septiembre de 2011

La cueva de los heridos /2) Mirando.

Escuchar con términos médicos las consecuencias de su accidente, no la angustiaban porque no entendía nada de lo que le decían, se quedó ahí con la mirada perdida mientras su madre asentía y la miraba a ella y al medico.
Después que este salió, su madre se acercó a ella y le dijo que este tenia buenas noticias, que se recuperaba rápidamente y que después de hacerle las tomografías para estar seguro de que no habían quedado secuelas internas, la mandarían a casa.
Miró a su madre, estaba demacrada, su patética sonrisa hacia que su cara se llenara de arrugas, eso sumado a la delgadez, las ojeras pronunciadas, y las canas que habían arrasado su tintura, le daba un aspecto cadavérico.

-No quiero entrar a la sala de partos, faltan dos meses.
-El chico sale ahora si o si, no ves cada cuanto son las contracciones, esto no lo paras con nada.
Las ruedas de la camilla giraban cada vez más rápido sobre el piso de granito rojo hasta llegar al área de maternidad.
La cambiaron de camilla, la doctora se iba poniendo los guantes y el barbijo.
-Ahora puja, puja.

Como si en la casa ayudara, ahora con la excusa del brazo va a ser menos de lo que hace siempre, y encima ponerle una bolsa para que se bañe, y cortarle la comida, y bajarle el pantalón para que mee, cagué, y que le pica, que le alcance una aguja para que se rasque, y la puta madre que lo parió.

Al salir de tomarse la presión vio el asilo que aunque era privado estaba al lado del hospital.
Gente en silla de ruedas, otros en varias sillas al rededor de una mesa, mirando los arboles.
No quería pasar los pocos años que le quedaran ahí, por más que sus hijas insistieran.

No podía hablar, se sentía como en un sueño incapaz de emitir sonido alguno.
Nunca le había pegado en la cara, no mentía, si le había pegado una cachetada la segunda vez, la primera le había tirado los pelos, y la tercera hundido un cigarrillo en la palma de la mano, diciéndole:
-La próxima vez te lo apago en el culo.

Poner sueros, enemas, estar al lado del doctor, recordaba que al principio lo que más le importaba era limpiarse después de cada caso, se lavaba varias veces las manos, y se cambiaba varias veces de uniforme, con los años, lo único que le terminó preocupando fue tratar de ayudar en algo a los innumerables pacientes que solían entrar, aunque no había perdido del todo su cuidado estético, pasándose cada día fregando el uniforme que usaría el día siguiente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario