Manoteó todos los folletos sobre excursiones que encontró, después de buscar un hostel, en general odiaba hacer recorridos programados, pero necesitaba obligarse a salir, recorrer, interactuar, el primer día se sumergió en uno de esos, y las voces constantes de los guías, y de los turistas preguntando todo tipo de cosas, hizo que la angustia que sentía por la separación quedara relegada por el fastidio, aunque se obligó a disfrutar, a abstraerse y disfrutar del paisaje a pesar de las voces que la rodeaban.
Había hecho un recorrido enorme, por lo que cuando regresó al hostel estaba cansadísima, cenó y se acostó temprano, al otro día se despertó a las 7, y decidió salir a caminar, la ciudad fuera de los paisajes no ofrecía mucho, hoteles, hosteles, tiendas turísticas con productos obscenamente caros.
Al regresar desayunó, había otros a su alrededor que la saludaron y empezó a hacer conversación. Cuando la invitaron a hacer uno de los recorridos con ellos, aceptó, eran mexicanos, muy simpáticos, a cada rato le ofrecían tomar o comer algo, le gustaba su tono de hablar y sus modos suaves, cordiales, trataba de igualar su amabilidad sin parecer falsa.
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