sábado, 26 de noviembre de 2016

La alargada sombra del molino /2)

El molino era enorme, el único edificio que se veía a varios kilómetros del pueblo, con sus 50 metros de largo, superaba en más del doble de altura a cualquier otro edificio del lugar.
Estaba pintado de un color crema casi blanco, y la cúpula de tejas rojas bermellón, Esteban le había pedido al arquitecto que tratara de imitar a los viejos molinos de viento, aunque como no le gustaban las tejas negras, eligió las rojas.
Sebastian veía ese edificio y solo se abrumaba, no entendía el negocio, ni su manejo, le aburría y le angustiaba todo lo que tenia que ver con las maquinas, los trabajadores, los compradores de harina, etc, por lo que no pensaba hacerse cargo de nada, quería encontrar quien pudiera ser su mano derecha, aunque no sabia donde, ya que su padre no había tenido a nadie que semejara ese rol, siempre había sido un nombre orgulloso de su omnipresencia.

Catalina engordaba, odiaba estar embarazada, los calores, los cambios de humor, las nauseas, los antojos, que todo el mundo le preguntara si sentía patadas, el sentirse pesada, el engordar, retener liquido, las estrías, etc, pero lo peor era no poder contarle a nadie lo que sentía, sabia que si lo hacia todos la mirarían como un bicho raro, o como una madre desamorada, todas las personas que la rodeaban solo le hablaban de lo dichosa que sería, de que estaba pasando por unos de los mejores momentos que podía vivir una mujer.
Ella solo se refugiaba en pensar en el futuro bebe, eso si le interesaba, lo que saliera de ella, pero la espera a la que no le veía nada de dulce, lindo, especial, o dichoso.
El niño, sabia que Sebastian si tenia suerte y se comportaba de la forma más responsable que pudiera, que no era mucho, podía mantener en malas condiciones el molino hasta que su hijo, se hiciera cargo del mismo, y a Catalina se le había metido en la cabeza que el niño sería incluso mejor que su abuelo, trataría de inculcarle todo lo que ella consideraba que tenia que tener un  empresario, un líder, un hombre de poder.
Tejía pensando en eso, elegía los juguetes, los libros de cuentos, incluso había dejado empezado a ahorrar de lo que le daba Sebastian para sus gastos, solo para que en un futuro pudiera ir a un buen colegio, le atormentaba la idea de que Sebastian fundiera la fabrica, porque esa sería la piedra fundacional del imperio que tenia pensado para su hijo.

El día del parto, que fue muy doloroso porque el niño peso casi 4 kilos, al ver sus ojos y sus rasgos mongoles, Catalina deseó que ambo murieran en ese instante. 

sábado, 19 de noviembre de 2016

La alargada sombra del molino /1)

Se casaría con el hombre más rico del pueblo, si sabía que no era mucho en un lugar que apenas tenia 5000 personas, pero Catalina, prefería ser cabeza de ratón que cola de león, y Santiago era el hijo del dueño de Los Girasoles, el molino que le daba trabajo a la mitad del pueblo, y del cuál este vivía, si no hubiera sido porque 40 años atrás el señor Esteban Larconia, decidió vender una de sus estancias e hipotecar las tierras que tenia, para construir un molino, este funcionó y en pocos años duplicó su capital.
Años después ya casi llegando a los 40 se casó y tuvo un hijo, que con el tiempo demostró ser casi idéntico físicamente, pero completamente diferente en su carácter.
Santiago era desganado, derrochador, y ludópata, cuando Esteban vio que no podía hacer nada, se deprimió sabiendo que la empresa no sobreviviría al mando de su hijo, pero que no se le ocurría nada que pudiera cambiar las cosas más que casarlo y ver si Catalina lograba que se volviera un poco más responsable, le pidió que se casara con ella, quién había sido su novia de toda la vida, este así lo hizo, más por darle gusto que porque Catalina le importara en realidad, ya que andaba con ella por costumbre y para que fuera la madre de sus hijos, aunque por él mientras menos hijos tuvieran mejor.
El casamiento no cambió a Santiago, pero si a Catalina, que después de su luna de miel, donde tuvo que distraer su amargura porque Santiago salía solo ni bien se levantaba a las 12 del mediodía o más tarde y no regresaba hasta la madrugada.
Ella decidió no quedarse en el hotel llorando, después de todo si lo quería, pero más quería la posición a la que había llegado casándose con él, ahora era rica, estaba en Europa, y por lo tanto aprovecharía el viaje, salió, hizo compras, recorrió los lugares emblemáticos de cada capital a la que fueron, y sobre todo decidió que si Santiago la ignoraba a ella, ella haría lo mismo con él, sería un matrimonio de conveniencia digna de una reina como ella.
Al regresar de la luna de miel, se enteraron que Esteban se estaba muriendo, cáncer de pulmón, diagnosticado muy tarde, por lo que no había nada que se pudiera hacer.
En el entierro, tanto Catalina como Santiago, lloraron, no solo por la muerte de Esteban, sino por el futuro que les esperaba. 

sábado, 12 de noviembre de 2016

Lo que hice de mí /24)

Acostarse y saber que no hay nadie al lado de la cama, tratar de dormirse sin escuchar la respiración del otro, no chocar contra su cuerpo en algún movimiento involuntario que se hace mientras se duerme, luego cuando te levantas y vas a preparar el desayuno, sacar 1 sola taza, hacer la mitad de las tostadas, y así el resto de las cosas, me costó tirar su espuma y su maquina de afeitarse, también su colonia, su ropa no, no tenia ninguna necesidad de ese espacio en mi ropero, además quería que permaneciera así los pocos años que me quedaran.
Lo único bueno de todo el asunto es que pude hacer mi duelo sola, tal vez porque los conocidos que tenia ya se habían muerto casi todos, y también porque no me costó nada convencer a mis hijos que me dejaran sola, la mayor me dijo si quería irme con ella unos días, le dije que no, y me contestó que muy bien, que la llamara si necesitaba algo.
Cosa que le agradecí, no por el gesto, sino por no apabullarme, dejarme sola, tranquila, llorando mi dolor, sin sentir esa vergüenza que se tiene al estar con algo, te cohibís y no podes expresar lo que sentís.
Hay gente a la que le encanta tener un hombro donde llorar, o que le estén dando pañuelos de papel y escuchando las anécdotas con el muerto, yo por suerte no soy de esas, esos muestras patéticas y teatrales me dan asco, dicen que al dolor cada quien lo lleva como puede, pues yo prefiero la soledad, que es el único estado en el que se puede reflexionar, sin pensar en que otra persona te está mirando, vigilando tus reacciones.
Llore mucho, vi innumerables fotos, releí las cartas que nos mandábamos de novios, me enoje con la vida y conmigo misma por todas las cosas que no había hecho con él, y luego me di cuenta que si seguía así me quedaban 2 caminos, me suicidaba o vivía para su recuerdo, ninguna de las 2 me pareció muy atractiva que digamos, por lo que decidí tratar de vivir los pocos años que me quedaran de la mejor forma posible, conocer algunos lugares que mis recursos me daban la posibilidad de conocer, lo que se dice darme ciertos mimos, y luego morir, que total si me enterraba ahora con él no le sumaba nada, Mauro estaba muerto, lo que habíamos vivido allí en mi recuerdo estaba, pero no iba a resucitar porque yo lo llorara de la mañana hasta la noche.

Y esa ha sido mi vida en estos meses, viajes, y cuando me quedó en casa escribir un poco de lo que he vivido, cosas que solo me interesan a mí, y que pienso quemar ya dentro de un ratito, porque no creo que tenga nada más para añadir. 

sábado, 5 de noviembre de 2016

Lo que hice de mí /23)

En los últimos años se sucedieron tantas muertes a mí alrededor que parecía una necrología, Adriana, su hijo, y luego mis padres, murieron con 6 meses de diferencia, y la verdad que apenas me importó, con mis madre casi que nos habíamos vuelto amigas, de esas ancianas que una es bastante más joven que la otra, pero ambas tienen se saben viejas y que comparten una visión del mundo que si no igual, si es más parecida que  el mundo actual es, y no sé si mejor o peor, pero es lo que uno conoce y a lo que uno se aferra, el paso del tiempo nos delata la obviedad de que envejecemos y estamos destinados a morir, nos va recluyendo, quitando capacidades, motrices, visuales, etc.
Por lo que cundo ella murió lo que más sentí es el conocimiento de mi propia muerte, lo mismo me había pasado con la de Adriana, el día se acercaba y lo único que podía hacer era tratar de pasar lo mejor posible hasta que llegara.
Decidí ver con Mauro varias películas que toda la vida habíamos querido ver, y que por alguna razón en su momento pospusimos, nuestros gustos cinematográficos eran bastante diferentes, a él le gustaban las comedias, mientras más ridículas y absurdas mejor, decía que el mundo era igual, pero en tragedia y que prefería ver cosas que lo hicieran reír, y el comentario cliché, que para llorar estaba la vida, yo que nunca he sido de ese tipo de comedias, no las disfrutaba, y entonces acordamos que cada cuál miraría sus películas en solitario, porque tampoco era la cosa de perder horas, tiempo que sabíamos ya se nos volvía escaso.
Por lo que yo me quedé con mis melodramas y mis thriller, siempre me han gustado ambos géneros.
Un día de primavera, ya en noviembre, empezaba a hacer calor, iba a ser la hora de cenar, le fui a avisar a Mauro, y lo encontré frente a la pantalla, esta estaba pasando los comentarios del director, al principio creí que estaba dormido hasta que lo toque, sentir su frente fría y saberlo muerto, pese a que era un anciano, y que ambos estábamos esperando que ese momento llegara sin saber a cuál le tocaría primero, me hizo temblar, sentarme en el suelo, agarrar su mano y apoyar mi mejilla izquierda sobre ella.
Llore, apague el televisor, no soportaba oír nada más que mi llanto, y recordar tantos momentos vividos con él, sentí una tremenda incertidumbre y soledad al saber que me había quedado sin la persona que había compartido más de 50 años conmigo, una unión por tanto tiempo, te convierte casi en uno mismo, estaba muriendo la mitad de mí, por más obvio que eso sonara, era así.
Me levante luego de no sé cuantos minutos, me costó, todo me costó muchísimo desde ese momento, llame a mis hijos, mi hija mayor me dijo que ella llamaría al hospital, porque yo no recordaba el número y no tenia las fuerzas para buscarlo.
El resto fue el ritual estúpido e hipócrita que se hace siempre, el horrible velorio, ir a la iglesia a escuchar al cura decir alguna cosa de la biblia, y luego el entierro, tal vez el único acto autentico y necesario de todo el ritual.